sábado, 27 de marzo de 2010

Mi estreno en intercambios (2)

Finalmente llegó el sábado y con él, nuestra cita con Ivonne y Ricardo. Obscurecía ya cuando nos dirigimos a la casa de nuestros amigos. Miranda iba irreconocible : llevaba una minimicrofalda color verde encendido que con muchos trabajos le alcanzaba a cubrir sus medias negras a medio muslo. Su blusa blanca era del tipo "entrega inmediata," de ésas que se pueden bajar a la cintura con toda facilidad y que llevaba Ivonne el sábado anterior; la blusa le dejaba desnudos los hombros y la mitad de los brazos, así como descubiertos más de la mitad de sus generosos pechos. Su cabello, normalmente largo sobre sus hombros, ahora estaba recogido en un rodete o pelota sobre su cabeza. Se veía muy hermosa, pero sobre todo, increíblemente provocativa.

Y ahora, -le dije-, ¿de donde sacaste esa ropa de bailarina de table dance?

Lo que pasa es que me puse de acuerdo con Ivonne para vestirnos así en esta fecha –me respondió-, para estar a tono con las fiestas de nuestro país. ¿Acaso no te gusta?

Si me gusta, pero me sorprende que te vistas así, tú que siempre lo haces tan conservadoramente. Cuando te subiste al coche observé que una de tus nalgas estaba desnuda; ¿acaso no te pusiste bragas?

Claro que sí, -me dijo riendo-, y se levantó la falda para enseñarme una tanga roja pequeñísima que apenas le lograba cubrir el pubis.

Pero, ¿cómo es eso posible?, -repliqué-; ¿no eras enemiga de las tangas porque te sentías muy incómoda con el hilo dental?

Me sigo sintiendo incómoda, pero lo hice porque como te dije, quedé de acuerdo con Ivonne para vestirnos de esta manera.

¿Y no será acaso por Ricardo?

Oh mi amor, -me contestó ruborizándose y recostándose sobre mi hombro-, es para que les gustemos a nuestros maridos, pero por favor, ya no me sigas haciendo preguntas de ese tipo; ¿quieres?

Y así, haciendo comentarios sin importancia llegamos a la casa de nuestros amigos. Al igual que Miranda, yo iba muy nervioso; sentía un nudo en el estómago y las piernas flojas ante la perspectiva de las experiencias que nos aguardaban esa noche. Fue Ivonne quien nos abrió la puerta; vestía una falda y una blusa prácticamente igual a la de Miranda, excepto que su blusa se amarraba con un nudo en su ombligo, dejando al descubierto una franja blanquísima de su cintura. Con una sonrisa resplandeciente y muy contenta, Ivy recibió con un beso en la mejilla a Miranda, en tanto que a mí me dio un pequeño beso en la boca. Después salió Ricardo a recibirnos.

Estás guapísima, -le dijo a Miranda, dándole una vuelta para admirar su vestido-, te queda perfecto, -y la abrazó dándole un beso en la mejilla.

Pasamos a la sala y Ricardo y yo nos sentamos en los sofás para platicar, en tanto que nuestras esposas se metieron a la cocina cuchicheando sobre su vestimenta. Poco después regresaron contoneándose alegremente y trayendo unos platos con botanas y una gran botella de tequila. Ricardo llenó cuatro vasos a la mitad y nos pasó uno a cada uno diciendo :

Antes que nada, quiero brindar por la presencia de nuestros amigos más queridos. Queremos decirles, -refiriéndose a Miranda y a mí-, que nada nos complace más que tenerlos en esta su casa.

Y después de dar las gracias por la bienvenida, empezamos a tomar y a platicar tonterías : que cómo iban los trabajos de reparación de nuestra casa, que parecía que el mal tiempo no se iba a acabar nunca, que no sé cuantas estupideces más. Pero todos estábamos nerviosos; nadie se atrevía a tomar la iniciativa de tocar el delicado tema por el cual estábamos tan inquietos : nuestro intercambio.

Y así pasamos un buen rato hablando de cosas vanas, pero durante el cual, nuestras esposas evidenciaban posturas cada vez más atrevidas que nos mostraban sus generosos escotes al agacharse y las piernas por arriba de sus medias. Fue hasta que Ivonne, un poco ya pasada de copas, se le ocurrió poner música de mariachis para ambientar la reunión y sacó a bailar a Miranda al centro de la sala. Al dar vueltas, las faldas de ambas se levantaban dejando ver sus tangas rojas cortísimas enseñándonos de vez en cuando sus nalgas desnudas. Ricardo y yo nos sentíamos incapaces de pronunciar palabra; sólo acertamos a quedamos clavados en nuestros sillones presenciando con la boca abierta aquél espectáculo insólito.

¿Acaso no les gusta nuestra ropa señores? –dijo Ivy-, hablen, digan algo, no se queden callados.

Al ver que las cosas avanzaban muy de prisa, no tuve más remedio que decir :

A ver mis amigos, antes de que las cosas avancen más, debemos establecer con claridad los límites de esta nueva relación entre nosotros. Conviene que puntualicemos qué es lo que queremos y hasta dónde es conveniente llegar para no arrepentirnos luego.

Al decir esto, Miranda dejó de bailar y se sentó en el descansa–brazos de mi sillón, en tanto que Ivonne hizo lo mismo en el sofá de Ricardo. Yo no me podía concentrar en lo que pensaba porque la postura de Ivonne me permitía verle hasta la gargantilla por abajo del vestido. ¡Qué linda es esta mujer! –pensaba-, no cabe duda que la naturaleza la bendijo con un cuerpo espectacular; sabía lo que tenía y lo mostraba con orgullo, abiertamente y sin tapujos.

Fue Ricardo el que empezó diciendo:

Mira Erick; nuestra propuesta la conoce de sobra Miranda desde hace mucho tiempo, pero no habíamos tenido la oportunidad de platicarla contigo hasta que Ivy lo hizo el sábado pasado. Confío en que la capacidad persuasiva de mi mujer te haya aclarado perfectamente nuestras pretensiones. Pero independientemente de eso, yo quisiera dejar en claro que nada de lo que hagamos podrá alterar nuestros lazos de amistad; estamos conscientes de los riesgos que esto implica y tenemos la mejor disposición de no incurrir en errores que puedan ponerla en peligro.

Yo quiero mencionar que Ricardo y yo hemos platicado mucho acerca del temor que tienen ustedes de que podamos involucrarnos sentimentalmente –repuso Ivonne-, y les aseguro que eso no va a ser posible. Quiero mucho a mi marido y estoy segura que él a mí, y eso no cambiará por mucho que me caigas bien Erick. Estamos de acuerdo en que esta nueva relación entre nosotros se restrinja exclusivamente al aspecto sexual y no trascienda a otros aspectos de nuestra vida matrimonial.

Pues qué bueno que lo mencionas –dijo Miranda-, porque a pesar de que en algunas ocasiones hayan existido malos entendidos entre nosotros, siempre nos hemos tratado con absoluto respeto, y espero que así siga siendo sin importar que nuestra relación se haya extendido hasta el aspecto sexual.

Pero aparte de eso –agregué-, hay algunos detalles que no nos gusta hacer o que nos hagan en lo que al aspecto sexual se refiere, y quisiera que tuviéramos la libertad de expresar claramente y en el momento que sea preciso esas restricciones, y de alguna manera garantizar que sean respetadas. En otras palabras, no debemos hacer nada que el otro no desee, y eso aplica para todos los involucrados en este asunto.

Y eso va más allá –agregó Miranda-; si hay algo que a nuestros maridos no les agrade que hagamos o que a nosotros no nos guste que ellos hagan, por favor, vamos a respetar esos deseos, porque de eso depende que no nos salgamos de los límites establecidos y que no surjan conflictos en nuestros matrimonios. Ah, y desde luego, nunca amoríos ni citas a solas entre Ivy y mi marido ni entre Ricardo y yo.

Sí, -añadió Ivonne-, lo que hagamos debe ser siempre cuando estemos los cuatro juntos, unos frente a otros, sin escondernos.

Mi esposa y yo estamos totalmente de acuerdo con lo que aquí se ha dicho -aclaró Richard-, y les aseguro que de nuestra parte no tendrán queja alguna. A mí me gustas muchísimo Miranda, tú lo sabes perfectamente, pero primero está nuestra amistad que cualquier otra cosa. No temas Erick, las cosas serán como aquí lo acordemos.

Dicho esto, por enésima vez llenamos nuestros vasos de tequila para brindar nuevamente por nuestro arreglo. Alegremente Ivonne sacó a bailar otra vez a Miranda mientras le decía :

Ven, vamos a enseñarles a estos hombres de qué están hechas sus mujeres.

Y empezaron a bailar nuevamente dando vueltas en medio de risas, mostrando sus piernas y levantando sus faldas por arriba de sus nalgas. Qué afortunados somos –pensé-, ¡las dos son perfectas!

A poco no están buenísimas sus mujeres, -preguntó Ivonne.

Ya lo creo -respondió Ricardo-, pero mejor déjame cambiar la música por otra menos escandalosa, –y puso un disco de Frank Sinatra, que es la música que él bien sabe que es mi preferida.

Me levanté a bailar con Miranda en tanto que Ricardo lo hacía con Ivonne, y como no queriendo, empezamos a acariciarnos unos frente a otros cada vez más ardientemente, como queriendo romper el estatus de recato que habíamos guardado siempre. Al poco rato, aquello se había puesto realmente caliente: Ricardo había sacado los pechos de Ivonne y los chupaba descaradamente, mientras yo me deleitaba sobando las nalgas desnudas de Miranda jugueteando con su hilo dental y metiendo mis dedos entre aquellos dos globos magníficos.

Cuando las dos parejas estuvimos cerca, Ivonne me hizo una seña para que bailara con ella. Traté de separarme de Miranda, pero ella me retenía jalándome de la ropa para impedir que me fuera, rogándome con los ojos que no la dejara sola.

Espera un poco –me decía temerosa-, no te vayas aún.

Le di un suave beso en la boca y un poco forzado me retiré de ella dejándola en brazos de Ricardo, quien la tomó delicadamente de la cintura para continuar bailando. Ivonne apoyó ambos brazos en mis hombros y empezó a besarme los labios apasionadamente, metiendo su lengua en mi boca una y otra vez sin despegarse un momento; yo la atraje hacia mí de la cintura pegándola a mi cuerpo y restregándole descaradamente mi paquete.

Cómo me gustas Erick -me decía-, ojalá que logre satisfacerte tan plenamente como lo hace tu esposa.

De eso puedes estar segura Ivy, eres una mujer muy hermosa –le decía entre besos y sobando su trasero por debajo del vestido.

Miranda continuaba bailando muy pegada con Ricardo mientras éste, soltándole el cabello, le besaba el cuello y le apretaba las nalgas. Después, me sorprendió ver que la mano derecha de Miranda fuera bajando poco a poco hasta agarrar la verga de Ricardo por arriba del pantalón, mientras Ricardo, quien ya le había bajado la blusa hasta la cintura, luchaba por desabrochar el brassier de mi esposa. Finalmente el sujetador cedió dejando libres los hermosos pechos de Miranda, y Ricardo se precipitó sobre ellos masajeándolos y besando sus pezones de una manera desenfrenada y brusca. Vas mal Ricardo –pensé-, a ella le gusta que le besen los pechos con delicadeza, no como lo estás haciendo tú. Pero el equivocado era yo, porque Miranda empezó a dar muestras de gran excitación, echando la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y apretando la cara de Ricardo contra sus pechos, haciéndole saber que estaba disfrutando enormemente de sus caricias.

Ahí me di cuenta de que aunque me fascinaba la voluptuosidad y la sexualidad de Ivonne, lo que realmente me excitaba era ver a mi esposa en brazos de otro hombre. Ver a mi mujer así, descarada como una puta pervertida y depravada, sin la menor pizca de vergüenza ni de inhibición, me excitaba enormemente. Casi sin darme cuenta, yo había liberado nuevamente los pechos de Ivonne y los estrujaba de una manera casi cruel, besándolos y masajeándolos desesperadamente, con instinto animal; mis manos no se daban a basto para escrutar las partes más íntimas de su cuerpo, sobando con el dorso de mi mano los labios de su monte de Venus y metiendo alternativamente mis dedos en su culo y en su vagina. Yo era una bestia en esos momentos, pero Ivonne me hacía sentir que ella también compartía mi estado de excitación, que disfrutaba lo que estaba pasando entre nosotros. Empezó a quitarme el cinturón y a desvestirme hasta dejarme desnudo de la cintura para abajo, y después se puso de rodillas y se metió mi verga a la boca succionando como un becerro hambriento.

¡Cómo disfrutaba la mamada de Ivonne; su lengua lamía la longitud entera de mi verga, aprisionando la cabeza entre sus labios y metiéndosela hasta la garganta! Era una verdadera experta, pero más me excitaba ver cómo Ricardo había desnudado totalmente a Miranda dejándola únicamente con las medias negras de sus piernas que contrastaban deliciosamente con la blancura de su cuerpo, cargándola después y acostándola en un amplio sofá. Vi entonces cómo de la manera más descarada, Miranda abría sus piernas dejando expuestos completamente los labios de su vagina y cómo Ricardo los abría para lamer con su lengua el rosado botón de su clítoris, y lamía y lamía una y otra vez haciendo que mi esposa se retorciera entre gemidos de placer. ¡Me parecía increíble lo que estaba viendo! Nunca pensé en sentir esos niveles insólitos de excitación al ver cómo personas extrañas se cogían a mi esposa. Momentos después, yo veía como hipnotizado cómo Miranda se sacudía con espasmos frenéticos al sentir su primer orgasmo, rasguñando con sus uñas la tela del sofá y apretando con desesperación la cabeza de Ricardo contra su sexo. El cuadro no podía ser más intenso.

Yo trataba de enfocarme inútilmente en lo que estaba haciendo con Ivonne, así es que la levanté bruscamente y le arranqué a tirones lo que le quedaba de ropa, acostándola en la alfombra e introduciéndole salvajemente mi verga hasta hacerla gritar. Ella enroscaba sus piernas desesperadamente en mi cuerpo para obligarme a penetrarla con más fuerza, lo que logré colocando sus piernas sobre mis hombros y haciendo que su enorme trasero quedara completamente expuesto y libre para mis embestidas. ¡Qué manera de coger de Ivonne! Cada vez que mi verga salía de ella, los pétalos y no sé qué de su vagina se cerraban proporcionándome una fricción deliciosa en el miembro antes de volverlo a introducir. ¡Aquello era la locura! Nunca me había imaginado que Ivonne fuera tan buena haciendo el amor.

Pero por más que trataba no podía despegar un momento la vista de lo que estaba haciendo mi esposa. Miranda se encontraba en ese momento en el pico más alto de su excitación; con docilidad se dejó acostar de lado en el sofá, flexionando levemente sus rodillas y dejando que sus nalgas blanquísimas sobresalieran un poco de la orilla del sofá. Solo bastó que Ricardo abriera un poco sus nalgas para dejar completamente expuesta la abertura de su sexo y el rosado botón de su ano; de inmediato mi amigo hundió su cara entre sus nalgas y con su lengua empezó a lamer los labios de su vagina, haciendo que por momentos su lengua penetrara en el culo perfecto de mi mujer, arrancándole grititos ahogados de placer y haciendo que mordiera con desesperación los cojines del sofá que estaban a su alcance. Ricardo entonces tomó dos de esos cojines y se hincó sobre ellos, de manera que su verga quedó precisamente a la altura del sexo de mi esposa; colocó la punta de su miembro a la entrada de su vagina y poco a poco, sin dificultad alguna, fue deslizando su verga por entre las nalgas de Miranda hasta que desapareció de la vista. Un largo gemido de placer salió entonces de la boca de Miranda anunciando que la tenía completamente adentro. La posición en que Ricardo había puesto a mi esposa para iniciar el coito era perfecta, maravillosa, me sentí un poco culpable de no haberla practicado nunca. Miranda entonces no tuvo más que girar un poco su torso para lograr que la plenitud de sus pechos quedaran al alcance de las manos de Ricardo, quien de inmediato los atacó sobándolos y estrujándolos a su antojo, dándoles pequeños mordiscos y lamidas en sus pezones y besando los labios entreabiertos de su boca con una pasión intensísima. Mi esposa le correspondía moviendo y apretando sus nalgas contra él, al tiempo que le acariciaba la cara con sus manos y le daba frenéticos besos en toda ella.

Fue en ese momento que me percaté de que la posición que tenía con Ivonne nos estaba resultando ya incómoda, por lo que ni ella ni yo estábamos disfrutando plenamente nuestro acto sexual. Sacando mi miembro de su deliciosa funda, la coloqué boca abajo deslizando dos cojines del sofá por debajo de su vientre, con lo cual su descomunal y maravilloso trasero quedó levantado. Aunque en infinidad de ocasiones lo había admirado, nunca como hasta ahora fue tan evidente la hermosura de ese maravilloso culo; sus enormes y delicadas nalgas parecían dos montañas blancas con la misma tersura de un bebé, que terminaban en una estrecha cintura, estaban partidas a la mitad por una abertura que dejaba entrever el botón rosado de su ano y los delicados labios de una vagina, de la que emanaba una exquisita fragancia. Su enorme culo era todo un espectáculo formidable y … ¡todo eso estaba a mi entera disposición!. Yo me sentía un experto en esa posición, -que era la favorita de Miranda-, así es que sin perder tiempo y saboreando al máximo el momento, con delicadeza inicié la introducción de mi lubricado miembro en su asombrosamente estrecha vagina. Al sentir que entraba, ella pujaba un poco al tiempo que alzaba sus nalgas para facilitar la penetración. Mi verga es un poco curvada hacia arriba, lo que me facilitó hurgar por todos los rincones de su sexo y encontrar casi de inmediato su punto "G", de manera que una vez completada la penetración, comencé a hacer movimientos rotatorios con la cadera y a casi sacar mi miembro en su totalidad para volvérselo a meter una y otra vez.

Pronto los movimientos de mi verga y la tensión sexual acumulada por los muchos momentos eróticos que habíamos vivido surtieron sus efectos. Ivonne comenzó a mover frenéticamente sus caderas y a rasguñar la alfombra, síntoma inequívoco de la proximidad de su orgasmo; aumenté entonces la frecuencia de mis embates y unos instantes después Ivonne se vino estrepitosamente entre exclamaciones y gritos de placer. Su cuerpo tembloroso se convulsionaba una y otra vez entre jadeos desesperados que lentamente fueron disminuyendo en la medida en que yo bajaba la frecuencia de mis embestidas. Momentos después su cuerpo quedó completamente laxo, sin movimiento, disfrutando hasta el delirio la enormidad de su orgasmo. Pero yo todavía no me venía y quería prolongar al máximo aquellos momentos de placer intenso. Así es que me salí de ella y con vehemencia me dediqué al dulce juego de apretujar sus pechos deliciosos y a besar su espalda, metiendo mi boca y nariz entre sus nalgas para lamer sus labios vaginales y meter mi lengua en su orificio rectal, sin importarme lo impregnada que se encontraba con sus propios jugos.

Entretanto, Miranda empezaba a dar muestras de tener un segundo orgasmo; con cada embestida de Ricardo se convulsionaba emitiendo grititos ahogados y con su mano derecha empujaba desesperadamente las nalgas de Ricardo intentando que la penetrara con mayor profundidad. No tardó en ponerse tenso el cuerpo de Ricardo y en un momento de extrema tensión, ambos explotaron simultáneamente con su orgasmo. A cada espasmo, ellos temblaban y se acariciaban y se besaban desesperados hasta donde sus bocas y manos alcanzaban, temblando con sus respectivas descargas hasta quedar completamente inmóviles, con sus cuerpos transpirando un mar de sudor por la excitación y por el esfuerzo físico. ¡Era esa una visión increíble que nunca me imaginé tener frente a mis ojos!. Mi esposa, con la verga de otro hombre adentro y viniéndose a torrentes en medio de un delicioso orgasmo. No pude más ….. Aprovechando que Ivonne seguía en la misma posición, abrí como enajenado sus nalgas y con mi verga, durísima como estaba en ese instante, comencé a forzar el agujero de su culo hasta lograr que la cabeza de mi miembro entrara. Sin reponerse todavía de la sorpresa, el agujero de Ivonne fue cediendo poco a poco hasta que pudo albergar la totalidad de mi miembro. Con la complacencia de Ivonne, empecé a bombear con pausas lentas incrementando el ritmo en la medida que la estrechez de su ano me lo permitía. ¡Dios, cómo me apretaba la verga su estrechísimo culo! Cada vez que entraba, sentía cómo su anillo se cerraba alrededor de mi miembro apresándolo, ahorcándolo con una deliciosísima caricia. Entre las mil estrellas que vagaban por mi cielo en ese momento, como en un destello vi que Miranda, todavía con la verga de Ricardo adentro, nos observaba fijamente. Yo estaba disfrutando enormemente esos instantes; el intestino de Ivonne amortajaba deliciosamente mi miembro produciéndome con sus fricciones las más increíbles sensaciones, y el momento tan esperado al fin llegó, …de mi cuerpo empezó a salir un torrente de lava hirviente que materialmente inundaba el intestino de Ivonne, y no paraba, mi leche seguía saliendo en un chorro que parecía interminable, que empezaba ya a escurrir por el ano de mi hermosa amante. ¡Cómo me apretaba la verga el agujero de su culo dios mío, y cómo me la seguía apretando! El menor movimiento de su cuerpo o del mío me hacía sentir un espasmo delicioso, como una descarga eléctrica que me recorría desde la espalda hasta el culo. ¡Que delicia era todo esto! No quería que nada terminara.

Los cuatro quedamos exhaustos, sin fuerzas siquiera para liberar a nuestras mujeres de continuar ensartadas por nosotros. Estábamos llenos y de sudor y de semen, y nos importaba un carajo. Con esfuerzo saqué mi verga del orificio posterior de Ivonne y quedé tendido de espaldas sobre la alfombra, incapaz de mover un dedo. Pocos instantes después se acomodó junto a mí Ricardo, y ahí nos quedamos callados, sin decir una palabra un buen rato.

Fue Ivonne la que todavía tambaleante se levantó primero; tomó un fajo de servilletas de la mesa y las colocó en sus partes íntimas para detener los fluidos que aún escurrían por la parte interna de sus muslos. Tomó otras servilletas y se las llevó a Miranda para que hiciera lo mismo; luego juntas y tomadas de la mano, con pasitos cortos se dirigieron riendo al baño a tomar una ducha. Yo veía a las dos flotando desnudas con su cuerpo inmaculado, ardientes, con sus pechos balanceándose a cada paso y sus nalgas contoneándose voluptuosamente. ¡Qué hermosas eran las dos -pensaba- y qué afortunado era de poder tenerlas para mí, cuando yo quisiera!

Por desgracia no tengo alberca –me dijo Ricardo con palabras entrecortadas-, pero te invito a un delicioso jacuzzi que acabo de instalar. Ya está preparado con agua caliente.

¿Dónde lo instalaste? -le pregunté-, nunca lo he visto.

Lo instalé hace poco tiempo en el baño junto a mi recámara.

Nos levantamos y tomando unas servilletas de la mesa para limpiar nuestros penes, nos dirigimos a la recámara. Al llegar, vimos que Ivonne y Miranda se encontraban dentro de la ducha; Miranda estaba con los brazos en alto dejando dócilmente que Ivonne le aplicara jabón en todo su cuerpo, restregando con las palmas de sus manos las nalgas y pechos de mi esposa y metiendo una mano entre sus piernas para sobar con ella su sexo. Mi esposa se dejaba hacer sonriendo voluptuosamente. Al vernos, Ivonne ni se inmutó; continuó masajeando el cuerpo de Miranda hasta que Ricardo le indicó que nosotros también queríamos ducharnos. Nuestras esposas salieron de la ducha y se metieron al jacuzzi, sentadas una frente a otra en los asientos que rodeaban la periferia de la tina. Cuando Ricardo y yo salimos de la ducha, nos fuimos a sentar con ellas; de inmediato Ivonne se sentó de lado sobre mis piernas y Miranda se arrimó melosa junto a Ricardo.

Empezamos a charlar sobre temas eróticos relacionados con el club de intercambio, entreverando los momentos y experiencias sexuales que habíamos vivido esa noche. Así pasamos un largo rato, durante el cual yo me entretenía bañando con agua caliente los pechos de Ivonne y lamiendo sus pezones.

Ivy, -le dije a mi compañera-; quisiera hacerte una pregunta indiscreta, pero si te resulta incómoda no es necesario que me la contestes. ¿Acaso eres bisexual?

No lo sé –me contestó después de pensarlo unos instantes-. La verdad es que aunque me jacto de ser una persona liberal, nunca he tenido una experiencia lesbiana, pero he notado desde hace mucho tiempo que Miranda me atrae de sobremanera; no sé, su cuerpo me excita, me gusta su suavidad, su elegancia, su feminidad, su manera de comportarse, me gusta mucho estar con ella, tocarla, acariciarla. No sé si eso pueda catalogarse como lesbianismo, porque ella es la única mujer con quien me sucede esto; con ninguna otra siento lo mismo, y mira que en el Spa me sobran las oportunidades de hacerlo; son muchísimas las mujeres que se me han insinuado, pero no me llaman la atención.

Es cierto -dijo Ricardo-, lo entiendo perfectamente porque a mí me pasa lo mismo con Miranda. Eres una mujer muy hermosa –dijo refiriéndose a mi esposa y depositando al mismo tiempo su mano derecha sobre su sexo-, y me siento muy afortunado de que me hayas permitido estar contigo de esta manera.

Me halaga que me digas eso –le dijo mi esposa entreabriendo sus piernas para que la mano de Ricardo le abarcara totalmente su vagina.

Yo me estaba excitando nuevamente. A través del agua, veía perfectamente cómo los dedos de Ricardo se introducían en la vagina de mi esposa, y cómo la mano izquierda de Marian se cerraba alrededor de la verga de Ricardo correspondiendo a su caricia, sobándola delicadamente.

Qué te parece si mejor nos vamos a la recámara, -le dijo Ricardo a Miranda.

Ella asintió con la cabeza y ambos se levantaron desnudos. Ricardo secó el cuerpo de mi esposa con una gran toalla y después de hacerlo con el suyo, juntos se dirigieron a la recámara tomados de la mano.

¿Quieres que nos quedemos aquí o que vayamos con ellos? –me dijo Ivonne.

¿Qué tal si los acompañamos? –le respondí-, empieza a hacer un poco de frío aquí.

Salimos de la tina y tomamos las toallas. Cuando me estaba secando cerca de la puerta, escuché la voz de Miranda que decía :

¡No!, por ahí no, discúlpame Ricardo, pero mi boca y ese orificio son exclusivos de mi marido.

Con curiosidad me asomé entonces y los vi sobre la cama; Miranda estaba en cuatro patas con sus pechos colgantes balanceándose, en tanto que Ricardo estaba hincado atrás de ella tratando de meter su miembro en el cuerpo de mi esposa. Me halagó muchísimo que mi esposa haya dicho eso, que hubiera guardado para mí lo que yo consideraba tan mío y que disfruto tanto cuando hacemos el amor. Tomé la mano de Ivonne y la conduje hacia donde estaban ellos. Me senté en la orilla de la cama observando estupefacto cómo la verga de Ricardo se introducía completamente en el cuerpo de mi esposa. Ivonne se acostó de lado cerca de ellos y con sus manos empezó a masajear los pechos colgantes de Miranda, besándola apasionadamente en la boca. La expresión de mi esposa era de éxtasis; su cara sonreía y gesticulaba muecas de placer, entornando los ojos hacia arriba y gimiendo como una puta. Cuando ella se percató que yo la observaba, le dijo a Ricardo :

Acuéstate para que yo me coloque arriba de ti.

Ricardo obedeció acostándose boca arriba y de inmediato Miranda se colocó a horcajadas sobre él, metiendo lentamente la verga en su vagina. Luego, con una malicia inaudita Miranda volteó a verme y con la cabeza me indicó que me acercara.

Penétrame por detrás -me dijo en un susurro-, quiero sentirlos a los dos al mismo tiempo.

Yo no salía de mi asombro al escuchar esto. Simplemente no me cabía en la cabeza que fuera mi propia esposa la que acababa de pronunciar esas palabras. ¿Cómo es posible que su actitud en esa noche haya alcanzado esos niveles de perversidad? No podía creerlo, y sin embargo, su rostro no reflejaba el menor indicio de vergüenza o de arrepentimiento; al contrario, se le veía satisfecha y tranquila, como si lo que estaba a haciendo y diciendo fuera algo común, sin importancia, como parte de su vida sexual cotidiana, pero yo sabía que tras esa máscara de tranquilidad, se escondía una pasión y un salvajismo erótico subyacente. Ella estaba disfrutando una inmensidad al desafiar sus propios límites.

Pero lo que más me sorprendió fue mi propia actitud frente a sus palabras; como un autómata me deslicé sobre la cama hasta situarme atrás de ella; mi verga chorreaba ya líquido preseminal, por lo cual me encontraba perfectamente lubricado. Con cuidado coloque la cabeza de mi miembro a la entrada de su ano y delicadamente empecé a presionar. Ivonne, sin soltar las tetas de mi esposa, miraba asombrada cómo mi verga se introducía totalmente en el agujero posterior de Miranda. Cuando la tuvo totalmente adentro, sin decirnos nada Ricardo y yo iniciamos un lento movimiento coordinado de mete y saca, generando en los tres un cúmulo de sensaciones imposibles de describir con palabras. Miranda apretaba los dientes y cerraba los ojos ante las embestidas de las dos vergas que la estaban penetrando, gritando de vez en cuando por algún movimiento brusco que lastimaba su culo.

¿Te duele mi amor?, ¿quieres que te la saque? -le susurré al oído.

Ni se te ocurra -me respondió-, cógeme, no pares de hacerlo.

Y entonces Ricardo y yo apresuramos nuestros movimientos haciendo que los gritos de Miranda se hicieran cada vez más intensos, hasta que finalmente ella se vino en medio de un tremendo orgasmo que le provocaba convulsiones y espasmos interminables. Todavía no terminaba de sentirlo cuando Ivonne nos reclamó a Ricardo y a mí :

No se vengan; no se vengan por favor, yo también quiero sentirlo de esa manera –nos dijo.

Todavía temblando, Miranda se desenganchó de nosotros y como un fardo se dejó caer en la cama. Ivonne entonces me acostó boca arriba colocándose encima de mí a horcajadas, y metiéndose mi verga en la vagina le indicó a su esposo que hiciera lo mismo en el agujero de su culo. Yo me quedé inmóvil hasta que estuve seguro de que la verga de mi amigo la había penetrado completamente. Fue entonces cuando Ricardo y yo iniciamos nuestros movimientos de mete y saca, en tanto que Miranda tomaba entre sus manos la cara de Ivonne y la besaba en la boca desaforadamente, mordiendo levemente su lengua y lamiendo sus labios y dientes. No era nada fácil para mí seguir con los dos cuerpos encima el ritmo que exigía Ivonne; ella pujaba con nuestras embestidas que cada vez eran más fuertes, hasta que con los ojos bañados en lágrimas comenzó a venirse temblando una y otra vez con un tremendo orgasmo. Todo eso fue más que suficiente para que nosotros, instantes después, nos viniéramos también casi simultáneamente en sus dos orificios, apretándonos y acariciándonos con desesperación hasta que gradualmente todo quedara en calma, y yo, con los cuerpos laxos de Ivonne y Ricardo encima, que apenas me dejaban respirar.

Con cuidado los quité de encima de mí, quedando los cuatro tendidos sobre la cama. Momentos después, mi esposa se tendió a mi lado abrazándome, y nos quedamos todos dormidos por no sé cuánto tiempo. Fue el frío de la noche el que despertó a Ivonne, quien tratando de ser lo más silenciosa posible, despertó a su marido y le indicó que se fueran a otra recámara, no sin antes cubrirnos con varias cobijas a Miranda y a mí que seguíamos abrazados.

Despertamos al mediodía del domingo. Rápidamente Miranda y yo tomamos una ducha juntos y nos vestimos con nuestras ropas que encontramos perfectamente dobladas al pie de nuestra cama. Al salir de la recámara nos encontramos con una Ivonne que rebosaba felicidad por todos los poros. Con una sonrisa de oreja a oreja, nos indicó que nos sentáramos a la mesa a desayunar. Ricardo, igual de contento y sonriente, salió a los pocos instantes para acompañarnos a la mesa.

¿Qué creen? -nos dijo Ivonne-, con todos los relajos de ayer se nos olvidó cenar. Ahora tendremos que acabarnos todos los platillos que preparé para celebrar nuestra reunión.

Ricardo y yo nos sentamos a la mesa mientras nuestras esposas ponían sobre la cubierta de cristal los diferentes platillos que habían sido elaborados con anterioridad. Estábamos hambrientos luego del ejercicio extenuante al que habíamos estado sujetos la noche anterior. Mirando los pants deportivos que en esos momentos usaba Ivonne, Miranda nos comentó :

Me siento ridícula y fuera de lugar vistiendo esta ropa en estos momentos –nos dijo parándose frente a nosotros y mostrándonos su blusa blanca que apenas le cubría los pechos y su cortísima falda verde que con trabajos le tapaba sus nalgas.

Sus blancas piernas estaban desnudas, sin medias, lo que hacía que ella luciera esplendorosamente sensual, bellísima. Nuevamente hizo que nos quedáramos mudos al observarla, pues no era usual en ella lucir prendas tan provocativas como las que estaba usando.

Si quieres te presto alguna de mi ropa –le dijo Ivy-, aunque sé de antemano que te va a quedar demasiado grande.

Gracias –le contestó Miranda-, pero creo que no es necesario, a menos que a mi marido no le guste y quiera bajarme del coche a medio camino –dijo mirándome con picardía.

Si te bajo del coche a medio camino, será por otra razón mucho más importante que por sentirme avergonzado por tu vestimenta.

Ella rió entendiendo el sentido del comentario y se sentó a la mesa. Fue entonces que Ricardo, tomando una mano de mi esposa le dijo :

No Miranda, no te sientas incómoda de vestir así frente a nosotros; te aseguro que no puedes estar con mejores amigos que Ivonne y yo. Hagas lo que hagas, nunca habrá nada de lo cual puedas avergonzarte frente a nosotros. Además, vuelvo a repetirte, te ves bellísima con ese vestido, quizá aún más que anoche.

Ese fue el único comentario que escuché esa mañana por parte de nuestros amigos, referente a lo que habíamos vivido la noche pasada. Por lo demás, su comportamiento volvió a ser el mismo de siempre, cordial, amable y respetuoso, sin siquiera una insinuación de índole sexual.

Me agradó mucho ese detalle por parte de Ivonne y Ricardo, pues era muy evidente su intención de no hacernos sentir incómodos haciendo comentarios de nuestras vivencias sexuales.

Y esa fue nuestra noche de estreno en intercambios. Podrán venir otras experiencias del mismo tipo más adelante y en diferentes circunstancias, pero todas ellas caerán inevitablemente dentro de lo cotidiano. Lo que ocurrió esta noche para nosotros fue muy especial, fue nuestra primer experiencia de intercambio y todo terminó maravillosamente, particularmente lo que yo sentí cuando frente a mí, mi esposa se entregaba sin reservas a otro hombre. Eso fue lo que más me impactó, lo que más me excitó y desde luego ¡lo que más me gustó!

Quise publicar mis experiencias con tanto detalle, porque hacerlo es volver a vivirlas momento a momento, porque es volver a disfrutar esos instantes maravillosos que hicieron de esa noche, una noche inolvidable. Tal vez excedimos por momentos los límites de lo que pudiera ser lo conveniente para nuestro primer encuentro de intercambio, pero estábamos demasiado excitados para detener los impulsos bestiales que nos embargaban en aquellos momentos.

Ya veremos qué se nos ocurrirá para nuestras reuniones futuras ……

erickmassola

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