sábado, 27 de marzo de 2010

La Cena

Desde hace tiempo Natalia y yo venimos practicando una serie de juegos en los que el perdedor tiene que obedecer tres órdenes directas del otro. No son nada del otro mundo, simples partidas de Intelect, de cartas, o de algo similar. Y sólo se está obligado a cumplir los mandatos del otro en caso de apetencia, nunca hemos hecho algo que no queríamos, aunque este pequeño juego nos ha llevado a vivir situaciones interesantes.

Yo, la verdad, no suelo ganar mucho, pero cuando lo hago nunca perdono a Natalia. Supongo que a ella no le importa demasiado pues hasta ahora no se me ha quejado. Lo que cuento aquí es una de esas veces.

Aquel día Natalia iba a volver tarde del trabajo, había surgido algo a última hora y tenía que quedarse un poco más. De todas formas me prometió que vendría a cenar y eso esperaba pues, aunque ella no lo sabía, teníamos compañía. Esa mañana me había llamado un antiguo amigo al que hacía tiempo que no veía ya que se había ido a trabajar a Kenia con su familia. David, era un antiguo compañero de colegio hijo de un diplomático keniata que había estudiado la carrera en España y al que luego había perdido hasta hace unos días. Me alegró que me llamara y le invité a cenar a casa.

Estuvimos hablando y bebiendo vino hasta que llegó Natalia. Me había contado que no se había casado y que llevaba una vida muy ajetreada de un lado a otro del globo. Antes de que mi esposa llegara le enseñé las fotos de nuestra boda para que la conociera y fue educado al resaltar los encantos de Natalia. Pero algo en el brillo de sus ojos me recordó que >Xilófono me había dado la victoria en la última partida de Scrabble. Sonreí y me disculpé un momento para ir al dormitorio a preparar una cosa para Natalia.

Cuando llegó mi mujer le presenté a David y les dejé hablando un momento mientras iba a la cocina a preparar la cena. Un poco más tarde Natalia vino por un poco de vino para ella y con la copa vacía de mi amigo.

- Parece simpático.

- Lo es. Hace tiempo que no lo veía, pero no ha cambiado nada.

- No me habías hablado nunca de él.

- Se fue con sus padres a Kenia después de terminar la carrera y eso fue antes de que nos conociéramos. Supongo que no ha surgido el tema de conversación.

- Es una pena que esté tan lejos, es muy guapo y tengo a más de una amiga en la oficina a las que les gustaría conocerle.

- Supongo que tienes razón. David siempre tuvo un cierto atractivo para las chicas desde el colegio. En aquella época no había mucha gente de color, siempre supusimos que ese era su éxito.

- ¿El éxito de quien?.

David se había acercado a la cocina, posiblemente cansado de estar sólo en el salón. Parecía algo mareado por el efecto del vino. Pero era cierto lo que mi esposa decía, tenía un cierto atractivo que ni yo me atrevería a negar.

- El tuyo. Me has conquistado a la mujer con sólo aparecer, hay cosas que nunca cambian.- me sonreí ligeramente y continué hablando.- Decía Natalia que eres demasiado guapo para estar tan lejos.

Sé que Natalia me miró fijamente por que sentí como sus ojos se me clavaban en el cogote y percibí cierto rubor en la cara de mi amigo.

- Le decía a este gracioso que tengo unas amigas que se morirían por conocerte. Pero este interpreta las palabras como quiere.

Natalia cogió la botella de vino y el sacacorchos y fue al salón. David me hizo compañía un rato, sin quitar la mirada perdida de la ventana, y luego dijo que iba al salón a ayudar a poner la mesa. Yo sonreí y le dije que no se preocupara que ya me las apañaba yo sólo en la cocina. Desde allí les escuché reírse y noté como la atracción había sido mutua.

Al poco apareció de nuevo Natalia y me dio un ligero cachete en el culo. Su voz iba cargada de un falso enfado difícil de fingir.

- Eres un poco cretino. Mira que decirle lo que te había dicho...

- ¿Acaso le he mentido?.

- No, pero...

- ¿No te parece atractivo?.

- Si claro, pero sabes que no er...

- No hay más peros que valgan. Por que no me haces un favor y te cambias, te he dejado algo encima de la cama.

- ¿No estoy lo suficientemente guapa para ti?. No me apetece una mierda cambiarme de ropa.

- Lo supongo, pero por eso yo puse Xilófono y tú no.

- ¿De qué hab...?

La miré fijamente y sonreí todo lo pícaro y seductor que sé. Supongo que se había dado cuenta de lo que iba a pasar, más o menos. Ya que se me acercó, me dio un beso en la mejilla y desapareció.

Cuando llevé la cena a la mesa tardó poco en aparecer. Estaba sonriente y venía haciéndose una coleta con su sedoso cabello pelirrojo. Lucía un vestido vaquero con peto y minifalda, que se abrochaba en una hilera de botones frontales que acababan en un escote descarado. Natalia se solía poner aquel vestido con una camiseta debajo, ya que decía que se le veía el sujetador, lo que era cierto como podíamos comprobar, pero lo llevaba como si fuera lo más normal del mundo ir sin nada más.

Comprobé que al sentarse David se dio cuenta de que el sujetador y lo que contenía era fácilmente visible en cuanto mi mujer se movía ligeramente. No sé si mi amigo se extrañó por aquel cambio de vestimenta, pero puedo dar fe de que no le disgustó en nada.

Los tres intentamos mantener una conversación normal, aunque ninguno parecía estar demasiado pendiente de nada, todo era superfluo. Había un ligero ambiente enrarecido que poco a poco se fue calmando, al parecer aquello ya no turbaba a David, con lo que decidí dar el siguiente paso.

- Natalia, acompáñame a la cocina a traer el segundo plato.

Los dos nos levantamos y recogimos lo que había en la mesa antes de salir del salón. Ella fue generosa con su escote y se agachó demasiado para coger el plato de mi amigo. La cara de embarazo fue suficiente para mí. Una vez en la cocina saqué la carne en salsa de la nevera y la coloqué en la fuente.

- ¿Lo hago bien?.

Había un ligero temblor de ansiedad en su voz, aquello me excitó mucho. Sabía lo que ella quería, pero no estaba dispuesto a eso, no de momento.

- Sí. Ahora quiero que te quites aquí el sujetador y que se te olvide abrochar el último botón. Déjalo encima de la placa.

Natalia obedeció con presteza y se sacó el sujetador por un brazo. Luego desabrochó el botón y me miró coqueta. Se agachó un par de veces, se giró hacia los lados. Desde luego ya no se le veía la ropa interior, ahora asomaban ligeramente sus tetas, blancas y duras, lo suficientemente grandes como para seguir excitando a la vista. Pero había algo que no me convencía, Natalia se tendría que esforzar mucho para que se le viesen una vez nos sentásemos.

- Mejor suéltate otro botón, están demasiado oprimidas. Bueno, si quieres esta orden como anexo a la anterior, de lo contrario lo puedes dejar donde está.

Me miró y dudó un momento hasta que finalmente se desabrochó el botón que le había pedido. Ahora nadie tendría que hacer esfuerzos para verla, en cualquier movimiento ligeramente brusco se le saldrían y mientras, el escote llegaba a mostrar lo suficiente como para que me empalmase de solo pensarlo. De no haber querido seguir con la juerga la hubiera tumbado sobre el suelo de la cocina y la hubiera hecho el amor.

- Mejor ahora, ¿no?.

- Desde luego. Voy ahora al salón, tomate un minutito antes de salir y sírvenos en los platos, yo dejo la fuente allí.

Rellené la copa de David con la segunda botella de Rioja que habíamos abierto. Su mirada se quedó fija en la ropa de mi esposa, seguramente sorprendido, y absolutamente excitado, algo que todos nos dimos cuenta. Bajó la vista al plato y bebió un largo sorbo del vino que le acababa de poner. Natalia servía la comida sin dejar de hablar, sin darle importancia a que una de sus tetas casi estaba fuera, nadie parecía creer que lo estuviera haciendo a propósito. Y aunque disimuló muy bien, estoy seguro que se dio cuenta de que cuando sirvió a mi amigo, este no la miró a la cara en ningún momento. No le culpo, yo tampoco lo hice.

El segundo plato fue más hilarante que la ensalada de espinacas que hice de primero. David se esforzaba por no mirar a mi mujer a las tetas cada vez más rebeldes, mientras que Natalia se esforzaba porque sí lo hiciese. Una de sus manos se deslizó por debajo de la mesa y me apretó con fuerza mi duro pene.

Aquello, junto a que ya habíamos acabado me hizo recordar que quedaba el postre. Me levanté de la silla disimulando como podía y fui a la cocina. Desde allí llamé a Natalia. Tardo poco en aparecer. Se restregó contra mí y me besó la oreja. Yo sonreí y la separé ligeramente.

- Venga Fernando no seas malo, ¿has visto lo que parece guardar en los pantalones?.

- Si, pero todavía me quedan órdenes.

- Sólo una.

- ¿Una?.

- Sí. La ropa, lo del sujetador y una más.

- Cierto, bueno yo lo de la ropa no lo contaba como tal. Pero ya veremos si eres tan generosa como para darme otra más. No es la primera vez, y no te ibas a arrepentir.

- Ya veremos.

- De momento quiero que desaparezcan tus bragas, déjalas con el resto de la ropa interior. Y luego quiero que te las apañes de tal modo, que cuando te levantes la próxima vez de la mesa, tu vestido se abra de arriba a abajo.

Me miró sorprendida y excitada y pareció a punto de protestar, posiblemente no sabía como hacer lo que le decía, pero no iba a ser yo quien se lo dijese. Tenía la cabeza con demasiadas hormonas como para eso.

- Vale, no se como lo haré, pero vale. ¿Luego me quedo así?.

- No, sorpréndete y ven a la cocina. Yo vendré a darte la última orden, o a proponértela mejor dicho.

Cogimos los tres sorbetes de limón al cava y vodka y fuimos al salón. David parecía haberse calmado un poco y aunque evitaba mirar a las voluptuosas curvas de mi esposa no lo lograba. Natalia le acercó el vaso y se disculpó un momento para ir al baño. Cuando regresó me percaté de que varios de los botones del vestido estaban a medio poner. Se sentó y los tres nos terminamos el sorbete sin dejar de hablar. Se empezaba a notar que el alcohol estaba haciendo efecto. David ya no disimulaba y miraba directamente al canalillo de mi esposa, que había dejado que sus dos tetas asomasen hasta casi la aureola del pezón. Yo estaba como una moto.

- Bueno, voy a por más.

No sé muy bien como lo hizo, pero al levantarse a por más sorbete el vestido se quedó en la silla y ella se mostró en toda su desnuda plenitud. Con aquel cuerpo de gimnasio que había torneado su cintura y redondeado su talla cien de sujetador. Mostrando su diminuta mata de pelo, que aunque no se dejaba afeitar si me dejaba recortar. Se quedó desnuda delante de nosotros el tiempo suficiente para excitarnos a los dos antes de coger el vestido y salir lentamente hacia la cocina.

Cuando escuché como se cerraba la puerta solté una carcajada, esperando relajar el ambiente como lo haría alguien que no esperaba eso y cuya mujer se acababa de quedar desnuda delante de una visita. David me miró sorprendido y turbado por lo que acababa de pasar y se rió levemente, no entendía nada, pero me seguía el juego.

- Espero que no estés cortado. Por mi no te preocupes, ha sido gracioso.

David me miró y me dijo que no pasaba nada, sólo que estaba sorprendido por lo que había pasado y que esperaba que mi mujer no se sintiera turbada, que eso le podía pasar a cualquiera. Si, es posible, pero todavía no sé si es muy normal que la gente no lleve ropa interior debajo, supongo que los dos obviamos esa parte. Yo, por que conocía la respuesta y él por que era mejor no menear el asunto.

- Bueno voy a verla y de paso traigo unas copas. ¿Qué bebes?.

- No sé si debería tomar algo más, estoy un poco borracho.

- ¿Has venido en coche?. No, verdad, pues date un capricho.

Entré en la cocina con la intención de servir tres Ballantimes con cola. Allí estaba Natalia, deseosa, expectante. Me miró excitada, todavía no se había puesto el vestido y lo apretaba en las manos con fuerza.

- Creí que no venías.

- Tenía que disimular un poco. Vengo a poner tres copazos.

Pasé a su lado y la rocé ligeramente con la mano en una teta. Ella se estremeció ante la caricia y me intentó sujetar la mano para que no la quitara.

- No, todavía no. Por que no pones tú las copas mientras yo te miro. No te pongas el vestido todavía.

Me dediqué a observarla mientras sacaba los vasos y los hielos y se dedicaba a poner el whisky en ellos. Antes de que sirviese la coca cola me acerqué a ella y deslicé suavemente un dedo por su coño. Estaba húmedo y caliente, me acogió con ansia y deseo. Pero sólo lo dejé allí, masturbándola rítmicamente, hasta que terminó de servir las copas. Me miró con odio cuando me separé.

- ¿Me dejas darte una orden más?.

Yo sabía que estaba excitada hasta el éxtasis, pero no sería la primera vez que se negaba a darme ese placer, aunque fuese en su beneficio. Sólo que esta vez nada había empezado, jugaba con ventaja.

- Sí. Dime.

- Lleva las copas al salón mientras yo voy al baño. Cuando me reúna con vosotros quiero verte chupándosela, no se como lo harás. Pero tienes unos cinco minutos para que esa verga dura, caliente y negra esté en tu boca. Luego ya nos dejaremos llevar. Si lo consigues, bien, si no terminaremos la copa y le dejaremos marchar atónito y confundido. Y esta noche habrás perdido la oportunidad de volver a follar con dos tíos.

Natalia asintió y se terminó de abrochar el vestido. Luego colocó los vasos en una bandeja. Se detuvo antes de salir.

- Es un placer obedecer tus órdenes. Siempre lo es. Te quiero.

Salió de la cocina y me metí en el baño. Allí tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no masturbarme al imaginarme lo que estaba pasando en el salón. Conté los segundos como si se hicieran horas y pasado cinco minutos me dirigí al comedor.

Natalia no me defraudó. Nunca lo hace. Hoy todavía no se como convenció a mi amigo para poder chupársela, pero no quiero saberlo. La cuestión es que allí estaba ella, con el vestido totalmente desabrochado y chupando a fondo un duro pene de ébano que parecía derretirse en su boca. David estaba sentado en la silla y se había desnudado del todo. No me vio entrar, aunque Natalia si, con lo que aceleró su mamada. Se estaba esforzando a fondo, engulléndose cada uno de los centímetros de piel negra de mi amigo. Mientras que con la otra mano se estaba masturbando como una loca. Allí estaba yo, de pie, viendo como mi esposa se la estaba chupando a David, y la verdad es que tenía un empalme digno de mención.

Me desnudé lentamente mientras ella seguía enfrascada en su labor. Supongo que David era consciente de mi presencia en la habitación, pero no abrió los ojos, seguramente le embargaba una mezcla de excitación y culpa que le hacía sentirse al borde del éxtasis. Dejé la ropa doblada sobre el respaldo de una silla y avancé hacia ellos. Terminé de desnudar a mi mujer y dejé su vestido junto a mi ropa. Ella no había soltado en ningún momento el miembro cada vez más y más duro que le ocupaba la casi totalidad de la boca. Sólo lo hizo cuando me deslicé debajo y separé sus carnosos labios para chupar el clítoris cada vez más excitado. Pero ni en ese momento ella se olvidó de mi amigo. Mientras gemía ante el circular avance de mi lengua agarró con fuerza la polla que le miraba amenazante y la masturbó con vigor. Allí estaba yo, tirado en el suelo, comiendo el húmedo y caliente coño de mi mujer, mientras entre aquellas dos tetas duras y prietas podía ver como su mano subía y bajaba a lo largo de aquel tronco negro. Estaba muy excitado, y aunque notaba que Natalia intentaba agarrar mi miembro, sus intentos no se culminaban por culpa de la posición en la que estábamos.

Así que volvió a engullirse aquello y se olvidó de mi palpitante miembro.

Estuvimos un rato más en aquella posición, pero yo no podía aguantar más. Necesitaba liberar toda la tensión sexual que estaba acumulando. Así que abandoné el coño de mi mujer, ante un leve quejido de protesta, y me coloqué detrás de ella. Me tomé un momento para contemplarla. Estaba en su máximo esplendor, chupando como una posesa aquella enorme polla negra, desnuda, tentándome con el ligero movimiento de sus caderas. De no ser por que ya no era posible, mi polla hubiese crecido y se hubiese endurecido un poco más. Fue demasiado para mí y la embestí, por que aquello fue lo que hice. La tomé casi violentamente por la cintura y me introduje en ella con tanta fuerza, que de no haber estado tan húmeda igual la hubiera hecho daño. Con cada envite de mis riñones, ella aceleraba más el ritmo de su mamada hasta que el pobre David no pudo más y se corrió. Fue una brutal explosión que bañó la espalda de mi mujer y que a punto estuvo de salpicarme. Sólo entonces abrió los ojos y me vio. Le tranquilicé guiñándole un ojo y seguí dándome a Natalia. Notaba como mi polla estaba cada vez más dura y como me iba siendo cada vez más difícil controlar mi ritmo. No quedaba mucho para que acabase.

David se separó de nosotros y se dirigió hacia la puerta. Estaba avergonzado e intrigado. Parecía a punto de irse, pero se quedó delante de la puerta de salida sin saber bien que hacer.

- David, no te vayas todavía.- la voz de Natalia salía entrecortada y sonó tan sexy que estuve a punto de correrme en ese instante.- No he acabado contigo. Todavía tengo que comprobar si me cabe dentro esa hermosura que tienes colgando. Venga ven.

Mi amigo me miró sin saber que hacer, yo le sonreí y eso fue suficiente. Se acercó a Natalia y la besó prolongadamente en la boca. Normalmente no me gusta que nadie más la bese, pero en vista de lo que habíamos hecho pasar al pobre, le dejé y no le di importancia.

- Para un momento Fernando.

Me obligó a detenerme y se levantó del suelo. Quitó las cuatro cosas que había encima de la mesa y se tumbó encima, boca arriba. Abrió tentadoramente las piernas ofreciendo una gloriosa vista de su coño húmedo y caliente.

- Ven cariño, ven que te la chupe.

La obedecí como hipnotizado, creo que nunca la había visto hablar de aquella manera, y a una parte de mí le excitaba.

- Y tú David, quiero que me lo comas. Haz que me corra como una loca.

Ninguno de los dos se opuso a sus deseos, no creo que hubiésemos tenido fuerza de voluntad para hacerlo. Así que se volvía a repetir la historia, sólo que ahora yo gozaba de otra perspectiva, ahora podía ver como una lengua ajena estaba martilleando sin piedad el coño de Natalia. Creo que eso fue lo que terminó de romper mis defensas y me corrí en la pícara cara de mi mujer. Me separé de ellos un poco y me quedé viendo como las manos de Natalia apretaban contra su coño la cara de mi amigo. Poco después estaba corriéndose como una loca, sin dejar de soltar unos gritos que temí atrajeran al vecindario entero.

Cuando acabó, se quedó quieta encima de la mesa. Ninguno de los dos sabía bien que hacer, estábamos esperando el siguiente paso, fuese cual fuese. Natalia se levantó de la mesa y nos miró fijamente.

- Voy un momento al baño a limpiarme y ahora vuelvo.

Me di cuenta de que todo su cuerpo estaba empapado de nuestro semen. Y algo dentro de mi se volvió a encender. No pude evitar fijarme en que a David le había pasado algo parecido. Pero además parecía algo decepcionado.

- No os preocupéis que ahora me ocupo de vosotros... otra vez.

Se fue al baño dejándonos expectantes y cohibidos. Ninguno de los dos sabíamos que decir. Estábamos desnudos, semi empalmados y más cortados de lo que nunca jamás fuésemos a estar. Fue un silencio algo incómodo, pero a ni a David ni a mi se nos bajaron los humos. Simplemente esperamos sentados en el sillón a que Natalia volviese.

- ¿Queréis más?.

Sonreía pícaramente desde la entrada al salón. Seguía desnuda y ahora parecía haber olvidado todo tipo de prejuicios. Se acercó a nosotros y yo hice un ademán de levantarme del sillón y acercarme a ella. Pero me detuvo con un gesto.

- Tú ya has mandado suficiente, ahora me toca a mí. Y no sabes cómo lo estoy deseando...

Aquello fue suficiente para acabar de empalmarme. Se puso de rodillas delante del sillón, entre los dos y comenzó a chuparnos alternativamente, mientras masturbaba lentamente la polla que no tenía en la boca. Fue sublime. Fue excitante. Me encendía verla tragarse aquellos centímetros de piel negra, ver como se los devoraba de arriba a abajo sin contemplaciones ni reparos, mientras sus dedos apretaban con fuerza mi cada vez más duro miembro. Ver como se comía lentamente la polla de David es una de las imágenes que no creo que pueda olvidar nunca. Luego volvió a la mía, luego a la suya, sin mostrar ninguna señal de vergüenza, incluso mirándonos a los ojos y sonriendo maliciosamente. Me estaba llevando al éxtasis de tantas formas que fue un milagro que no acabara antes de empezar. De pronto se detuvo y me miró fijamente.

- Fernando, quiero que me lo comas un poco, mientras termino de preparar la polla de tu amigo.

Me levanté del sillón y esperé a que David se tumbara en él y Natalia se pusiera de tal forma que pudiera seguir chupándosela y a la vez ofrecerme una magnífica visión de su húmedo y caliente coño. Me hizo una señal y yo me sumergí en sus flujos como si me fuera la vida en ello. Al cabo de no mucho tiempo noté que el movimiento de caderas de mi mujer se aceleraba y tardó poco más en empapar mi cara con su corrida. Fue maravilloso. Lo que no se es como pudo David aguantar, yo estaba otra vez a punto de caramelo.

Natalia dejó lo que estaba haciendo y se volvió hacia mí. Me besó suavemente en los labios y me tocó con compasión mi duro miembro. Acercó sus labios a mi oído y me susurro:

- Vas a tener que aguantar un poco más. Ahora voy a follarme a tu amigo, voy a empalarme contra eso. Luego ya veremos que hago contigo...

Supongo que debió ver mi cara de sorpresa y reparo. No estaba muy seguro que aquello fuese a ser de mi agrado. Por eso sonrió levemente y me dijo:

- No te preocupes... te gustará. Siéntate y mírame.

Supuse que ella tenía razón, pero de todas formas algo en mi se apagó. Y me di cuenta de que se me había bajado hasta volver a ese estado de semiflacidez que precede a la excitación. Ella lo vio y me sonrió. No parecía preocupada. Se volvió hacia David y le cogió la polla con una mano.

- Ahora vamos a ver si esta hermosura cabe donde debe.

Se llevó la dura polla de mi amigo hacia su coño y se empaló contra ella con una facilidad pasmosa, soltando un sonoro grito cuando aquel trozo de carne negra la entró hasta el final. No sé si fueron sus gritos o aquella mezcolanza de piel negra y blanca, de los sudores que se entremezclaban de los dos, o ver como Natalia se embestía sin piedad contra la polla de David, pero lo cierto es que la mía volvió al estado que debía. Me excité hasta el éxtasis y tuve que contenerme para no acercarme hasta que me lo dijera.

- ¡Oh joder, que maravilla!.

Yo sabía que Natalia hablaba sólo para excitarme más, nunca lo había hecho hasta ahora, y la verdad es que funcionaba. Pero no era necesario, me bastaba con girarme un poco y ver como le entraban sin piedad los más de veinte centímetros de polla negra, ver como los labios de David le martilleaban los pezones, ver como Natalia se cogía con fuerza contra el musculoso pecho de mi amigo, ver ese ritmo de follada que tenía, rápido y duro como se que le gusta. No eran necesarios los gritos de Natalia pues a mí me bastaba con ver como otro se la estaba follando, había otra polla dentro de mi mujer y a mí me volvía loco, había otro tío tirándosela delante mío y yo creía que iba a reventar. Me avergüenza decirlo, pero ella tenía razón, aquello me encantó. Me gustó ver como asomaba la piel negra por entre los labios rosados de mi mujer, saber que no era la mía, verla gozar como una puerca, ver como se corría más de una vez mientras lo hacía. Cuando horas más tarde se lo comenté a Natalia, ella me dijo que en ningún momento se había limitado a follar sólo con David, sino que yo era parte fundamental de ello, que yo estaba participando al estar allí quieto mirándola con la polla tiesa como el mástil de una bandera y con el deseo en la mirada. Que sin eso no hubiera sido lo mismo y que jamás consideró que ella se lo estuviera follando, si no que nos estaba follando a los dos. Supongo que tiene razón, desde luego yo me sentí parte del espectáculo, pero quería más. Y me llegó más.

De pronto David aceleró el ritmo de su penetración hasta llevar a Natalia al éxtasis, y poco más tarde se sacó la polla para correrse sobre su propio estómago. Sólo entonces Natalia me miró a los ojos y me indicó que me acercase. Tardé menos de dos segundos en estar donde otra polla había estado antes. Y fue una sensación maravillosa poder penetrarla de una vez, sin embargo Natalia no me permitió apresurarme y me controlaba para que no acabara ya. Mientras estaba follando conmigo se giró hacia David le sonrió.

- Ve al baño a limpiarte un poco si quieres y luego hazme un favor, tráete los condones que hay en el segundo cajón de nuestro armario.

No sé para que quería los preservativos, ella usaba la píldora, pero la verdad es que no me preocupé demasiado. Seguía hipnotizado por las imágenes que había visto antes, por la polla negra que la había follado sin mí.

- Ves como te ha gustado tonto. Se te ha puesto dura como la roca al ver como tu amigo me follaba, a que sí. Ha sido genial, David la tiene enorme y casi igual de dura que tú, me encantaba verte de pie nervioso, mientras me lo follaba... Sigo cachonda como nunca lo he estado. Menos mal que todavía me queda una orden. ¿No?.

En esos momentos yo no sabía nada de nada, sólo quería embestirla con fiereza y correrme como un loco, lo necesitaba, lo anhelaba. Pero Natalia me controlaba con su movimiento de caderas para que eso no pasara. Al poco volvió David con una caja de condones en la mano y totalmente desnudo. Se quedó parado viéndonos y pude observar que volvía a tener una erección. Aquel tipo era una máquina. Fue entonces cuando Natalia también se dio cuenta de aquello.

- Gracias por traerlos. Veo que te gusta lo que ves.- sonrió maliciosamente y le hizo señas para que se le acercara, se la cogió con la mano y se la meneó suavemente hasta terminar de ponérsela dura. Por un momento pensé que se la iba a volver a chupar y sentí que si lo hacía iba a dar igual que Natalia controlase el ritmo, ver como se la chupaba a tan corta distancia hubiera sido demasiado para mis pelotas, sin embargo no hizo eso.- Ponte uno de esos si te valen, quiero que me la metas por detrás, quiero sentir dos enormes pollas dentro de mi.

No se como lo hice para no correrme en ese instante, pero aguanté como pude ante aquellas palabras. Todavía hoy me maravillo de ello. De todas formas Natalia me tiró sobre el sillón y subió un poco las caderas para dejar que David le comiera el culo antes de penetrarla. No sé cuanto tiempo estuvo haciéndolo, sólo recuerdo los pequeños chillidos de placer de mi mujer, como se estremecía y se corría, cuando noté una presión añadida contra mi polla y como el espacio sé hacia más pequeño en el coño de Natalia. Soltó un grito de placer y se dejó llevar por la sensación de ser penetrada por dos pollas a la vez por distintos orificios, me acordé de nuestra despedida de solteros y a punto estuve de correrme.

A través del caliente coño podía notar como la velocidad de David se iba acompasando a la mía y como mi mujer no era capaz de contener los chillidos de placer. Los dos aceleramos brutalmente las embestidas hasta llevarnos hacia el clímax, aquello debió ser demasiado para ella ya que se dejó caer sobre mí y sólo la oía jadear como nunca antes lo había hecho, pero antes de que terminásemos nos rogó que nos detuviéramos. Se separó de nosotros y nos hizo levantarnos y colocarnos uno a cada lado de ella. Le quitó el condón a David y se quedó mirando las brillantes y duras pollas que le apuntaban.

- Quiero ver como os corréis, quiero que lo hagáis sobre mí.

Dicho esto agarró con fuerza una polla con cada mano y nos masturbó con ansia. Sorprendentemente David fue el primero en acabar, aunque al ver como todo aquel semen se desparramaba sobre las tetas de Natalia no pude aguantar más y me corrí empapándola con mi esperma. Fue glorioso poder acabar de una vez.

Ella se levantó y se fue a la ducha, no volvió aparecer mientras yo despedía a David y le preguntaba si todo había estado de su gusto. Me miró cortado y me reí. Le dije que teníamos que quedar de nuevo y le metí en el taxi, confuso y cortado. Cuando subí Natalia estaba en la cama esperándome. Esa noche, mientras hacíamos el amor por tercera vez, me preguntó cuando iba a traer más gente a cenar, mucha más...

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