lunes, 3 de mayo de 2010

Reunión de trabajo

Cuando uno se levanta por la mañana y se prepara para realizar sus obligaciones diarias, por mucho que intentes seguir la planificación de la agenda, a veces es totalmente imposible llevarla a cabo por unos motivos o por otros.

Aquel viernes, al ojear el planning del día antes de poner el coche en marcha, como era mi costumbre, tenía que ser relativamente tranquilo y sin agobios ni prisas, ya que solamente tenía concertadas dos visitas, una a media mañana con un antiguo y conocido cliente, casi un amigo, que a buen seguro llevaría a cabo mientras nos tomábamos un café. La siguiente reunión era las 13:00 horas. A partir de aquí, podría iniciar mi merecido descanso de fin de semana, marchándome a un precioso pueblo costero donde cambio el "chip" y me relajo, recargando las pilas y afrontar una nueva semana de trabajo.

Esta última visita, quizá podría complicarse un poco, ya que los clientes potenciales, aún no estaban en cartera, aunque contaba con la ventaja que los productos de mi empresa ya los conocían y tenían sumo interés en poder contar con un catálogo de los mismos y poder ofertarlos a través de su establecimiento, según me informó previamente mi secretaria.

Curiosamente el encuentro lo realizaríamos en una céntrica cafetería de la ciudad y no en sus oficinas. Ese detalle me llamó la atención en un principio y así se lo hice saber a mi secretaria cuando me informó de la reunión, quien me aclaró que el negocio de estos clientes potenciales, lo tenían en una población a cincuenta o sesenta kilómetros de distancia a la capital, aunque residían en ésta y les venía bien, por si se prolongaba la reunión más de la cuenta, poder continuarla comiendo en algún restaurante.

Tal como pensaba, la reunión con don Vicente, fue sumamente cordial, concisa y rápida. En poco más de quince minutos ya estaban totalmente finalizados los pedidos mensuales. Unos cuantos comentarios personales, unas risas y la despedida hasta la próxima reunión de trabajo. Fue entonces cuando e dirigí a la cafetería donde esperaría a los sres. Roca, aprovechando para tomar un tentempié y leer el diario mientras se hacía la hora de la cita.

Pasaban unos quince minutos de la hora cuando entró una pareja que rondaban los 35 años aproximadamente manteniendo una acalorada conversación que despertó mi curiosidad por la preciosidad, en todos los aspectos, de la mujer. Mediría ella 175, delgada sin llegar a definirla como anoréxica, pero con unas curvitas de quitar el hipo. Pelo castaño muy clarito con algunas mechas, largo hasta poco más de los hombros con un peinado muy actual, enmarcando su sensual y precioso rostro de "diablesa traviesa". Si espectacular era toda ella, no lo era menos su vestimenta... blusa de color crema de seda transparente que permitía ver con total nitidez el sujetador de encaje, también transparente, de color negro, y una minifalda vaquera que envolvían y marcaban sus nalgas de forma maravillosa. Como complementos, unas botas altas con finos y altos tacones, que le llegaban por encima de la rodilla con una mezcla de piel negra brillante y tela a juego con la minifalda, un pequeño bolso que colgaba de su hombro izquierdo y un fino y elegante maletín, también en piel.

Su fornido acompañante, de respetable altura y marcados músculos bajo una ajustada camisa, pelo rapado y anguloso rostro, estoy seguro que hacía estragos entre las féminas en el gimnasio o en cualquier sala de fiestas donde hiciese acto de presencia.

Ya en el centro de la cafetería, comenzaron a mirar en todas las direcciones dando la sensación de que andaban buscando a alguien, cuando repararon en mi persona, se dirigieron hacia la mesa donde yo me encontraba. Imaginé que eran los señores Roca y al ver que se aproximaban, me puse en pié,

* ¿Señores Roca?
* Sí, efectivamente. Usted es Antonio ¿verdad?
* Encantando de conocerles – les contesté con una sonrisa, ofreciéndoles asiento en la misma mesa en que me encontraba, que elegí por encontrarse ligeramente separada de las demás ofreciéndonos así una mayor discreción para nuestros fines comerciales.
* Fernando, me pides un aperitivo sin alcohol y para Antonio lo que quiera tomar. – dijo ella – Perdona Antonio, mi nombre es Lorena y este es Fernando, mi esposo. Podemos tutearnos ¿no?

El tal Fernando, salió a la velocidad del rayo hacia la barra de la cafetería a pedir las consumiciones, sin haber pronunciado una sola palabra.

Me extrañó en el momento el comportamiento de los dos, aunque lo atribuí a un posible "roce" matrimonial puntual.

* Por supuesto que sí Lorena, podemos tutearnos. Creo que así podemos conseguir mayor confianza y tener más fluidez en los tratos que podamos pactar.
* Eso mismo pienso yo. Te diré sinceramente que deseo comercializar todo tu catálogo "en exclusiva" a través de mi tienda. De todo el catálogo, quiero un pedido de dos unidades por referencia inicialmente y en función de ventas, iré reponiendo el stock.

En esos momentos, Fernando depositaba sobre la mesa las consumiciones solicitadas por cada uno de nosotros y la suya propia, sentándose frente a su esposa, como guardando las distancias.

* El primer pedido lo abonaré al contado a la entrega del género, y en cuanto a precios y descuentos, inicialmente no quiero discutir y acepto totalmente tu oferta a ciegas, aunque eso sí, pasado el primer trimestre, deberemos reunirnos y discutir todas éstas cosillas con resultados concretos, ¿ok?
* Lorena, con clientes como vosotros, da gusto hacer negocios – Dije con una franca sonrisa en los labios. - Pero si me lo permites, quiero entregarte este documento para que lo leas tranquilamente y el próximo martes paso por vuestro establecimiento y ...
* Como quieras cielo – me contestó con una enigmática sonrisa - Fernando, llama al restaurante "El Galeón" y que nos preparen una mesa para tres.

Fernando se levantó y se aproximó a la puerta del local para hacer la reserva con una llamada desde su teléfono móvil.

* Antonio, te vienes a comer con nosotros, quiero que nos conozcamos mejor, así los negocios serán más fluidos en el futuro, como tú muy bien has dicho.
* Será un placer acompañaros a...
* Perfecto – Me interrumpió - Fernando ¿ya tenemos mesa?

Simplemente el tal Fernando, asintió con un movimiento de cabeza

* Vamos entonces, allí nos tomaremos otro aperitivo y comeremos.

Decidimos ir cada uno con su respectivo vehículo y nos citamos nuevamente en el restaurante donde íbamos a comer.

Hice mis anotaciones en la agenda electrónica y los envié por e-mail a mis oficinas. Puse el coche en marcha y me dirigí hacia el restaurante en cuestión. Cuando llegué, allí estaba Lorena, con una copa en la mano, espectacular como una Diosa del Olimpo, irradiando una luz propia que solo algunas mujeres consiguen, acompañada por Fernando, que en esos momentos me pareció más pequeño, menos corpulento que momentos antes, en la cafetería, cuando nos conocimos.

Lorena al verme entrar, depositó la copa en el mostrador y se aproximó a mí con su enigmática y sensual sonrisa en los labios, y poniendo sus manos sobre mis hombros depositó dos soberbios besos en mis mejillas, justo en la comisura de los labios, pudiendo apreciar la humedad de sus carnosos labios. Sin soltarme, acercó su mejilla a la mía y me susurró al oído:

* Vamos a tener una comida de lo más divertida, ya lo verás.

Sin esperar respuesta, se giró y comenzó a caminar con un erótico contorneo de sus caderas sabedora que mis ojos no se apartaban de su figura.

Saludé a Fernando y el me contestó con un simple movimiento de cabeza y una leve y forzada sonrisa. Aún desconocía el tono de su voz, ya que en ningún momento había salido una sola palabra de su boca. Sin duda, la voz cantante la llevaba Lorena.

Tomando una copa de aperitivo, estuvimos charlando de cosas intranscendentes hasta que un camarero, vino a comunicarnos que teníamos la mesa dispuesta y que podíamos pasar cuando quisiéramos a dar cuenta del ágape que previamente había solicitado Lorena.

Nos acomodamos en la mesa del comedor que teníamos reservada, discretamente apartada de las demás mesas del restaurante. Lorena se sentó a mi derecha y Fernando a mi izquierda. Al tomar asiento Lorena me sorprendió que me mostrara de forma descarada el diminuto triangulito de su tanga, que a duras penas podía ocultar sus abultados labios vaginales, guiñándome un ojo al tiempo que se dibujaba en su rostro una provocadora sonrisa, comenzando una conversación de lo más intrascendente que continuó mientras dábamos buena cuenta a los entrantes y al primer plato a base de una exquisita parrillada de pescado.

Me sentía muy bien con la conversación de Lorena, pero había algo que me intranquilizaba: me daba la sensación dejaba fuera de ella a Fernando, como si no existiese, por otro lado su coqueta manera de darme golpecitos en el antebrazo mientras hablaba y de vez en cuando tomándome la mano y apretándome levemente con la suya, me dejaba totalmente desconcertado. De haber estado solos, no le hubiese dado la más mínima importancia, sencillamente una coquetería femenina, pero Fernando, su esposo, se encontraba frente a ella, contemplando impasible los descarados escarceos y carantoñas de su esposa hacia mi persona.

Estando los tres esperando que nos sirviesen el segundo plato, Lorena me volvió a sorprender de nuevo con su coqueta y resuelta forma de comportarse, apoyando su mano izquierda en mi antebrazo nuevamente, se disculpó ante nosotros con la excusa de ir a retocarse el maquillaje al baño, mientras su mano derecha, bajo la mesa, se apoyó en mi pierna deslizando sus dedos hacia la entrepierna, rozando con sus largas y cuidadas uñas mis atributos, y aproximando su mejilla a la mía, me susurró al oído:

* Quiero quitarme una cosita que me está empezando a molestar.

Creo que es ese momento cierto rubor apareció en mi rostro, dirigiendo mi mirada a Fernando, que continuaba con su rostro impasible, como si nada fuera con él. Cuando Lorena se alejó, me dirigí a su esposo.

* Lorena es un auténtico encanto de mujer, te felicito por ello.
* Gracias Antonio, - me contestó - es muy inteligente y trabajadora. El negocio lo lleva ella prácticamente en su totalidad y a pesar de que la idea inicial fuese mía, he quedado relegado prácticamente a ser "el chico de los recados".
* Tiene una personalidad bastante fuerte y las ideas muy claras ¿no? Y seguro que sois muy felices en vuestro matrimonio.
* Veo que te has percatado que es una mujer con carácter y dominadora... en cuanto a nuestro matrimonio, imagino que como todos, unos días mejores que otros. Por cierto, te diré que le has caído muy bien y te está tomando muchísima confianza. Seguro que hacemos muy buenos negocios juntos, porque tus productos la vuelven loca y sabes que en el comercio, si estas convencido de la calidad de lo que vendes, puedes convencer con facilidad a los clientes y asegura la venta.
* Gracias por tu sinceridad Fernando. Si es así, a buen seguro que a todos nos beneficiará esta relación comercial.
* ¿Interrumpo algo importante? - Nos sorprendió la alegre voz de Lorena.
* Estábamos hablando de negocios. – sentenció escuetamente Fernando.

Lorena, al sentarse, me miró como una gata en celo, y abriendo levemente las piernas, como por descuido, me mostró disimuladamente su desnudo y depilado pubis. La copa que sostenía en la mano casi se me cae de la impresión, y la lujuriosa mirada de tan seductora dama, hizo que fluyera en mí la testosterona a límites insospechados.

Bien es cierto que Fernando, si se enfadaba, podría propinarme unos buenos mamporros y yo poco o nada podría hacer para evitarlo, ya que su corpulencia era muy superior a la mía, pero intentar poseer a una mujer como Lorena, bien podría valer la pena correr el riesgo de terminar en un hospital. Quería saber hasta donde podía llegar con Lorena. Si ella me provocaba, yo aceptaría el envite y la provocaría a ella.

Nos sirvieron finalmente unas deliciosas paletillas de cordero al horno, y bajo la mesa, la puntera de la bota de Lorena no paraba de acariciarme suavemente la pantorrilla; sus miradas hacia mí, cada vez eran más lascivas y seductoras, sus golpecitos en mi antebrazo cada vez eran más prolongados y provocadores, rozando su rodilla con la mía, ocasionalmente colocando su mano en mi pierna a acercándola peligrosamente a mis atributos y yo, cada vez estaba más excitado aunque coaccionado e incómodo por la presencia de su esposo.

En un momento determinado decidí jugar fuerte. Miré a Fernando, que continuaba igual de inexpresivo y ausente que a lo largo de toda la comida. Miré directamente a los preciosos y expresivos ojos de Lorena, que tenían una mirada retadora. Mi mano derecha desapareció bajo la mesa buscando los muslos de Lorena. Al notar mi caricia, apareció en su rostro una leve sonrisa al tiempo que sus piernas se separaban, como invitándome a más. Mi mano ascendió en busca de su sexo totalmente expuesto con la postura adoptada por ella. Mis dedos comenzaron a rozar sus labios que se abrieron ante mi caricia dándome paso a su húmeda interioridad. Continué con mis caricias unos instantes hasta arrancarle un leve gemido, que disimuló perfectamente ante Fernando llevándose a la boca un pedazo de carne

* Mmmmm, está "jugosísima", ¿verdad Antonio?

Saqué la mano de su entrepierna y descaradamente me llevé a la boca los dedos que había estado en su interior, saboreando sus aromáticos jugos de "gata en celo", al tiempo que le contestaba:

* Sí, tienes toda la razón Lorena, está jugosísima y sencillamente deliciosa, no me cansaría nunca de comerla.
* ¿De verdad? – Dejó la pregunta en el aire, al tiempo que una risita salió de su garganta.
* Te lo puedo asegurar, algo así de aromático y jugoso, lo puedo estar devorando hasta la extenuación. – Contesté con total convicción.
* Pues la mía está excesivamente pasada y seca para mi gusto. - Manifestó Fernando, ajeno totalmente al doble sentido de nuestra conversación.
* Antonio ¿esta tarde tienes algo que hacer? – Me preguntó Lorena.
* No, nuestra reunión era la última del día, y el inicio de mi fin de semana.
* Si no tienes nada que hacer... podemos prolongar un ratito la sobremesa... tengo entendido que aquí, algunos los postres, pueden ser altamente... ¿cómo diría yo?...
* ¿Sugerentes?
* Sí eso es, sugerentes. Creo que tienen uno altamente afrodisíaco, a base de frutas silvestres y tropicales.
* ¿Afrodisíaco?, eso sí que es "sugerente"... ¿Tú lo vas a tomar Lorena?
* Por supuesto que sí, y te recomiendo que tú también lo tomes. - Su mano derecha desapareció bajo la mesa y apareció entre mis piernas comprobando y palpando mi excitación a través del pantalón, logrando que mi miembro creciera con la caricia recibida de sus dedos.
* Te haré caso, aunque temo por unas consecuencias "negativas" si después...
* No te preocupes por eso – me interrumpió – estoy segura que si sabes buscar, tendrás tu premio.
* Si es así, confío plenamente en tu decisión y tomaré lo mismo.

Acabados los postres, Lorena se excusó de nuevo y fue al aseo a "retocarse el maquillaje", deleitándome con su provocativo contorneo de cadera, sabedora que no le quitaba el ojo de encima de una forma totalmente descarada, a pesar de estar su esposo a escasa distancia, y tras los juegos e insinuaciones mantenidos durante la comida con Lorena, no me explicaba como podía mantenerse tan impasible y ajeno de todo lo que estaba sucediendo en la mesa. Decidí arriesgarme ante Fernando para intuir hasta donde llegaba su pasividad con los escarceos de su esposa.

* Fernando, tu esposa es una auténtica belleza, y muy sexy... imagino que se le insinuarán constantemente los hombres.
* Sí, está muy buena – contestó casi con desgana – y como en todo es muy buena también en la cama, casi diría que insaciable. Estoy convencido que eso lo podrás comprobar tú mismo y luego darme la opinión.
* Perdona Fernando, no ha sido mi intención decir o hacer algo que pudiera molestarte.
* No me ha molestado en absoluto – me contestó con una pequeña carcajada - ¿te puedo preguntar una cosa?
* Sí, por supuesto
* Cuando ha ido al aseo, ha regresado sin el tanga ¿verdad?

Con la pregunta de Fernando se inundó mi riego sanguíneo de adrenalina y mi corazón aumentó las pulsaciones como si estuviese a punto de entrar en combate.

* Por la expresión que has puesto, así ha sido – sentenció Fernando – Antonio, no pienses que no me he dado cuenta de vuestro juego. Hasta has saboreado sus jugos, jajajaja... son deliciosos ¿verdad?
* No puedo negar la evidencia y por lo que veo no te has perdido detalle.
* Tendrás oportunidad de comprender todo cuando podamos conversar tú y yo... en privado. Por cierto, si ahora aparece y no lleva sujetador, la siguiente parada será nuestro domicilio. Sigue los acontecimientos y no te cortes para nada.
* Me sorprendes Fernando y me dejas intrigado con tus comentarios.
* Hazme caso en lo que te digo y comprenderás. ¿te apetece un café y un "chupito" de hierbas?
* Sí, por favor.

La mirada de Fernando era sincera, como la de ese buen amigo de toda la vida que te está aconsejando de corazón y con total nobleza y sinceridad, hecho que aún me dejaba más sorprendido si cabe. Leyendo entre líneas, ¿me estaba diciendo que me follase a su mujer esa misma tarde, delante de sus narices y con su consentimiento? No lo podía creer.

Apareció Lorena justo cuando el camarero nos estaba sirviendo los cafés y los "chupitos" de licor de hierbas, con su traviesa sonrisa reflejada en los labios y como Fernando había vaticinado sin sujetador, dejando ver a través de la transparente seda de su blusa unos preciosos pechos, en su justa medida y proporción al resto del cuerpo, con unos pezones erectos que formaban una pequeña carpa con la fina blusa que los cubría.

* Mmmm habéis leído mi pensamiento, me apetece un café y un sorbito de licor. – manifestó Lorena, al tiempo que tomaba asiento mostrándome nuevamente su entrepierna

Al pobre camarero, de la impresión de ver a Lorena tan sumamente provocativa y poco menos que en "top less", no pudo evitar que la bandeja le cayera al suelo con el consiguiente ruido metálico que inundo la sala.

* Disculpen los señores – dijo el ruborizado camarero, marchando como si le persiguiese el mismísimo diablo.

Dimos buena cuenta de los cafés y de la copita de licor, mientras Lorena continuaba excitándome con sus sensuales caricias próximas a mi entrepierna con sus coquetos movimientos y provocadoras miradas.

* Antonio, me gustaría que nos acompañases a nuestra casa a tomar alguna cosita. – me dijo Lorena con una voz tan eróticamente sugestiva e insinuante que era toda una declaración de intenciones por su parte.
* No quiero ocasionaros ninguna molestia ni entorpecer vuestros compromisos – contesté mirando directamente a sus ojos.
* Para nosotros será todo un placer ser tus anfitriones – Contestó Fernando, al tiempo que me dirigía una sincera mirada de complicidad.
* Así es, será todo un placer para "nosotros" – Sentenció Lorena con su insinuante voz, mirándome directamente a los ojos.
* En ese caso, no tengo excusa que justifique no aceptar vuestra invitación.

Estando organizado el plan para esa tarde, me indicaron que dejara mi coche y fuésemos en el suyo hasta su casa, el cual estaba prácticamente en la puerta del restaurante. Fernando abrió la puerta trasera donde nos acomodamos Lorena y yo, en tanto el, se colocaba al volante e iniciaba la marcha.

Lorena se acomodó de tal forma que sus pechos eran sugerentemente aplastados por la seda de su blusa y su falda quedaba totalmente subida, dejando ante mis atónitos ojos su delicioso sexo. Mi mirada se desplazaba de sus pechos a sus ojos y a su entrepierna sin poder ni querer evitarlo.

Se aproximó en un momento dado y tras morderme con dulzura el lóbulo de la oreja y besarme en la mejilla, me dijo en un susurro:

* ¿Me deseas?
* Sí, te deseo – contesté con un susurro sin separar nuestras mejillas
* Acaríciame, yo también te deseo – dijo al tiempo que comenzó a excitarme al sentir su mano acariciar mi pene sobre el pantalón, apreciando que se estaba endureciendo rápidamente.
* Tu marido está viéndonos por el retrovisor
* Mi marido no es celoso y yo tampoco lo soy... acaríciame, todo mi cuerpo.

Las palabras de Fernando sonaron nuevamente en el interior de mi cerebro "sigue los acontecimientos y no te cortes para nada".

Mis manos comenzaron a jugar con sus pechos sobre la cálida seda que los cubría. Me sorprendió su dureza y turgencia. Comencé a desabrochar uno a uno los botones de la blusa y pronto pude sentir la suavidad de su piel sin barrera ni cortapisa alguna. Sus labios buscaron los míos y los míos buscaban los suyos, y al encontrarse nos fundimos en uno de los besos más tórridos, húmedos y lujuriosos de los que he disfrutado.

La puerta del lado donde se encontraba Lorena se abrió y pude ver a Fernando, como si de un chofer oficial se tratara, quedándose en pié sujetándola.

* Hemos llegado – Dijo Lorena separándose de mí y apeándose del vehículo, siguiendo sus pasos sin apartar la mirada de su soberbio trasero, ahora al descubierto al llevar la falta arremolinada casi en la cintura. En ningún momento trató de recomponer sus ropas.

Al salir del vehículo y cruzar la mirada con Fernando, me sonrió enigmáticamente y guiñó un ojo, dibujándose en su rostro una expresión de complicidad, que no llegaba a comprender por completo en esos instantes.

Cuando alcancé a Lorena, la ceñí por la cintura y caminamos el corto trecho del jardín hasta la puerta principal, que fue abierta por el solícito y servicial Fernando, sujetándola mientras era franqueada por su esposa y por mí. Ya en la espaciosa y luminosa sala primorosamente decorada, Fernando, procedió a abrir una botella de Champagne que estaba guardada en el frigorífico del mueble bar y escanció generosamente el burbujeante vino en dos copas, que puso a nuestro alcance en una bandeja de plata.

* Con el permiso de los señores, me retiro un instante para cambiarme de ropa. – nos dijo Fernando al tiempo que realizaba una leve reverencia, como el más servil de los lacayos.
* Gracias Fernando. Ponte cómodo, ya sabes... – contestó Lorena con los ademanes de una Dama de la Realeza.
* Como mande la Señora - Dicho esto se retiró, desapareciendo discretamente del salón. Ya solos, Lorena chocó su copa levemente contra la mía, dimos un sorbito y me abrazó al tiempo que sus labios se unían a los míos y nuestras lenguas comenzaron una feroz y húmeda pelea.

Las palabras de Fernando se repetían una y otra vez en mi cabeza: "sigue los acontecimientos y no te cortes para nada". Me dejaba llevar, pero había algo que me parecía sumamente raro en esa pareja en el plano sexual... Fernando perfectamente podía ser un "cornudo consentido" o sencillamente el "sumiso" de Lorena, dando una imagen normal hacia el exterior, en su vida cotidiana, pero llevando sus respectivo "roles" hasta límites insospechados en la privacidad de su casa. Esa situación o desconocimiento de la situación, me producía una intranquilidad que no me permitía soltarme y avanzar en esos primeros escarceos, que sin duda me llevarían al Paraíso del placer carnal.

Lorena se separó un instante para dejar su copa sobre una mesa. Ya con las dos manos libre, procedió a quitarme las prendas de vestir que cubrían mi cuerpo, empezando por la chaqueta y la camisa, besando y pasando su cálida lengua por cada centímetro de mi piel que quedaba al descubierto. Sencillamente, me dejaba hacer y disfrutaba del momento, de sus caricias y la sensualidad que aplicaba en ellas.

Contemplando como se peleaba con el cinturón y botones de mi pantalón, mientras su juguetona lengua me hacía unas deliciosas cosquillas en el ombligo, nuestras miradas se cruzaban una y otra vez con la desatada pasión del momento. Pronto me encontré vistiendo tan solo con el ceñido bóxer que llevaba como prenda interior, que marcaba escandalosamente la tremenda erección que tenía en esos instantes.

Lorena acariciaba suavemente mi pene por encima del calzoncillo con la palma de su mano, mirándome y poniendo una cara de puta viciosa que casi daba miedo.

* ¿Quieres que siga? – me preguntó con su seductora y sensual voz.
* Por favor, lo estoy deseando – contesté de forma entrecortada.

Me despojó de la última prenda que cubría mi cuerpo y mi ariete, saltó desafiante quedando a la altura de su respingona nariz. Mirándome con sus preciosos ojos, sin apartar un solo instante su mirada de la mía, me llevó al séptimo cielo cuando, con lentitud exasperante, engulló totalmente mi erecto ariete, hasta que sus carnosos labios rozaron en mi pubis, manteniendo esa misma posición hasta que sus pulmones comenzaron a reclamar oxígeno.

Una vez libre su boca de mi tolete, se puso en pié y dándome un leve beso en los labios me tomó de la mano y nos dirigimos a un enorme sofá, acomodándonos en él muy juntos.

* ¡Fernando, te necesito! – exclamó alzando la voz.

Apareció éste por la puerta al instante. Cuando miré hacia él, imagino que mi cara tenía que ser una auténtico poema, no se si de sorpresa, asombro, estupefacción... o todo ello a un tiempo. El fornido Fernando, con su respetable altura (1,85 m. aproximadamente), con su musculosa y totalmente depilada anatomía, vistiendo tan solo con un precioso tanga de color negro, diminuto y totalmente calado, calzando unos zapatos de mujer, con unos vertiginosos tacones de no menos de 15 cm. que lo elevaban a una altura impresionante. Me fijé en su entrepierna y aún quedé más atónito, al observar que con el diminuto triángulo del tanga que llevaba puesto, era totalmente imposible que sus atributos masculinos, por pequeños que fueran, no asomaran por alguna parte. El aspecto mostrado de su entrepierna, era el mismo que se puede apreciar en una mujer vestida con una prenda similar.

* ¿Me ha llamado la Señora? – contestó Fernando efectuando un leve inclinación, sin que sus palabras lograran sacarme de mi aturdimiento.
* Jajajajaja - La sonora y cantarina carcajada de Lorena, me sacó del "mundo de Yupi" en el que me encontraba en esos instantes.
* Quítame las botas – Ordeno a su servicial... lacayo.

Fernando se puso en cuclillas ante Lorena y con sus piernas abiertas, procedió delicadamente a sacarle las botas a su Señora y esposa. Dada mi proximidad con Lorena, continué observando la entrepierna de Fernando. Definitivamente este hombre una de dos, o no tenía genitales y era un auténtico fenómeno ocultándolos bajo la exigua prenda que portaba y debía ocultarlos.

* Antonio, por tu cara de asombro, tengo la sensación que hay algo que no terminas de comprender – Me susurró Lorena al oído.
* Perdóname... ¿tanto se me nota?
* Jajaja, si tonto... no más que a otros que han pasado por tu misma situación. Creo que tenemos que confesarte nuestro "pequeño secreto".
* Soy todo oído. Sinceramente hay algo que me intriga de vuestra pareja y me impide comportarme con naturalidad.
* Te aseguro que varios hombres en tu misma situación, han salido corriendo por la puerta y no he vuelto a verlos más. Espero que a ti no te pase – Me dijo con una expresión comprensiva en su rostro y con una voz sumamente calmada.

Se levantó pausadamente, liberada de sus botas que tan eficientemente le había quitado Fernando, se aproximó a la mesa auxiliar donde anteriormente habíamos dejado las copas de champagne y regresando pensativamente a mi lado, me entregó mi copa, apurando la suya de un solo trago imitándola por mi parte en su acción.

* Llena las copas Fernando. Verás Antonio, nuestro matrimonio no es del todo convencional. Fernando, en realidad de llama Fernanda. Sí has escuchado bien. Nació con cuerpo de mujer, pero con mente de hombre. En su familia, pronto fueron conscientes de que algo no funcionaba bien al igual que "él" y, cuanto tuvieron la opinión de varios especialistas, iniciaron un tratamiento hormonal para iniciar su cambio de sexo.

Puedes comprobar que todo ese tratamiento, iniciado desde muy joven, ha tenido unos resultados realmente impresionantes. Es todo un hombretón... atractivo, de aspecto viril, una voz varonil, muy agradable y modulada... Por mi parte, siempre fui heterosexual y cuando lo conocí en muy poco tiempo acabé enamorada perdidamente de él. Y obviamente Fernando de mí. A pesar del inconveniente que inicialmente supuso para mí la falta de... tener sexo como yo lo conocía, pronto me convencí que ese no sería el problema fundamental en nuestra especial relación. Hicimos una ceremonia íntima en la que nos casamos y de puertas para fuera, somos un matrimonio totalmente convencional. La mayoría de nuestros amigos desconocen nuestro secreto, y solo los saben los más íntimos y por descontado, la familia mas allegada.

Te preguntarás por el sexo... sencillo y complicado a un tiempo... entre nosotros nos comportamos como dos lesbianas, por tanto yo me he convertido en bisexual convencida. Me encanta hacer el amor con Fernando y de hecho, lo hacemos a diario. Pero, no puedo renunciar a una buena tranca de vez en cuando. Fernando, es consciente de ello, y como es un auténtico encanto de persona, me permite mis escarceos con algún hombre, pero siempre en su presencia. Y hoy, te ha tocado a ti, si decides aceptar nuestra invitación.

Lorena me miraba atentamente al igual que Fernando esperando, quizá, cual sería mi reacción ante semejante confesión. Sinceramente me encontraba impresionado ante tan surrealista pareja.

* Ahora me explico el motivo de que le quede tan maravillosamente bien ese diminuto tanga a Fernando. ¡No tiene nada grueso que ocultar!

Ambos rieron de buena gana mi ocurrencia, que hizo bajar la tensión que en esos momentos se respiraba en la sala.

* Señora, la alcoba está lista. Cuando deseen pueden ocuparla. – Dijo Fernando.
* Gracias Fernando. Antonio, ¿me acompañas al dormitorio o prefieres salir corriendo?

Mirando mi pene, que ante una mujer de bandera medio desnuda como Lorena, y ante la visión y el morbo que me estaba provocando Fernando y especialmente su entrepierna, a la que no quitaba ojo, me encontraba con una erección que no recordaba haber tenido en mi vida. Apuré la copa que tenía en la mano y, ahora ya sin dudarlo, contesté con calma e ironía:

* Lorena, no puedo rechazar una invitación como ésta a una Dama, pero siempre con el consentimiento de tu esposo.
* Tengo una idea, Fernando nunca ha participado en mis esporádicas "relaciones" con hombres, tan solo es testigo ocular, pero hoy quisiera que participara y poder compartirte con él. ¿te parece bien?
* Por mi parte, perfecto – contesté sin apartar la mirada de la entrepierna de Fernando.
* Haré todo aquello que la señora ordene - respondió el bueno de Fernando con una sonrisa de evidente duda ante el evento que se aproximaba.
* Solo una cosa – manifesté - ¿cabe la posibilidad de que en la alcoba seamos tres personas sin distinción de clases?, vamos que Fernando sea tu marido, no el mayordomo de la casa.
* Siii - dijo Lorena entusiasmada ente la idea
* Gracias al Cielo que hay alguien de mente abierta y con sensibilidad con nuestra situación ¿eh cariño? – expuso Fernando.
* Sí mi amor, tienes toda la razón. Este juego de "la Dama y el Lacayo" ya me estaba aburriendo. Vamos al dormitorio.

El matrimonio se ciñó de la cintura y a mí, Lorena, sin ninguna vergüenza, me agarró de la verga con su mano para indicarme el camino hacia su lecho conyugal.

* Fernando mi vida, ¿No deseas probar un poquito la polla de Antonio?
* Sabes que jamás he tenido en mi interior un pene, por ninguno de mis agujeros, pero si te hace ilusión, puedo probar. Esta nueva situación me está excitando sobremanera.
* ¿Qué te parece la ida Antonio?
* Mmmm, nunca he tenido sexo con un hombre, pero si es tu capricho, no me importará montármelo con tu marido... siempre con tu permiso, eso sí.
* Mi permiso, lo tienes y el de Fernando obviamente, también.

Entre Fernando y yo, terminamos de desnudar a Lorena, entre besos y caricias. Y de forma decidida, procedí a retirar la única prenda que llevaba Fernando. Personalmente, tenía una sensación extraña cuando el feliz, raro y desinhibido matrimonio se tumbó en la cama. Por un lado una Lorena, una mujer con un cuerpo espectacular y deseable por cualquier hombre, y por otro Fernando, con un físico no menos espectacular y deseable por cualquier mujer, pero... ¡con una vagina entre sus piernas!.

Les abrí las piernas a las dos, y allí estaban sus cuevas del amor. La vulva de Fernando me pareció casi la de una adolescente, regordeta, con unos labios mayores grandes y carnosos que ocultaban totalmente su interior, parecido a un grano de café. Como colofón, en su parte más elevada, podía apreciarse un clítoris que emergía desafiante y dispuesto a recibir placer; por su parte la vulva de Lorena, era más menuda, y sus labios menores asomaban de forma descarada a través de los labios mayores estando coronados por un rosado botoncito que te invitaba a lanzarte sobre él y saborearlo con la lengua y libarlo con los labios.

Me quedé absorto mirando esas dos preciosas e imberbes vulvas... tan distintas la una de la otra, pero al mismo tiempo, tan deseables. Dudaba por cual empezar a disfrutar.

* Con tu permiso Fernando, pero tu maravillosa esposa me ha estado calentando todo el día y no puedo esperar más para saborearla entera, empezando por su apetecible "conejito".
* Las Damas primero. Permiso concedido – contestó Fernando socarronamente.

Me dispuse a saborear la intimidad de Lorena, quien con los primeros roces de mis labios y mi lengua, comenzó a ronronear y a acariciarse los pechos con las yemas de sus dedos. Fernando por su parte, se apoderó de los labios de su esposa, fundiéndose en un tórrido beso y acariciando sus turgentes pechos, consiguiendo de esta forma y entre los dos que la dama iniciase su camino sin retorno hacia un intenso orgasmo, anunciado con sus gritos de placer, sus convulsiones a lo largo de su esbelto cuerpo e inundando mi boca con una oleada de néctar manado de su, de momento satisfecha, gruta de amor.

* Mmmmm – ronroneó Lorena, ya recuperada de su orgasmo – Fernando cariño, te ha salido un duro competidor. Antonio es todo un artista haciendo sexo oral a una mujer. Diferente a como lo haces tú, pero igualmente satisfactorio y delicioso... chicos, me habéis dejado muy a gusto... pero no totalmente satisfecha.
* Pues por mi parte, sigo con ganas de continuar haciendo sexo oral... y creo que ahora le toca a Fernando, ¿te importa que sea así Lorena?
* Estoy deseando ver si un hombre es capaz de llevar al clímax a Fernando... me excita solo pensarlo – contestó Lorena con una voz cargada de lascivia.
* Antonio, serás el primer hombre al que le permito gozar de mi cuerpo... totalmente y sin límite.

Obtenidos los permisos conyugales, me dispuse a saborear la regordeta vagina de Fernando. Me explayé mirándola de cerca, la acaricié con dulzura con mis dedos y me lacé a saborearla con el mayor de los placeres. Separé sus labios mayores con la lengua en un movimiento de abajo hacia arriba y apoderándome de su grueso clítoris con mis labios iniciando un movimiento de absorción con los mismo, iniciando una rápida masturbación en tan sensible apéndice. No lo debía estar haciendo mal, ya que pronto una serie e hipidos y exclamaciones de Fernando me confirmaban que estaba disfrutando y aún más, cuando sus manos empezaron a orientar mi cabeza, desplazándola y apretándola contra sí, sin cesar de mover su pelvis en perfecta sincronización con sus manos.

Lorena, por su parte, como mera observadora hasta esos momentos, quiso participar en la escena y pasado su mano entre mis piernas, comenzó una sensual caricia con sus unas a lo largo de mi excitadísimo pene, al tiempo que con su lengua, inició un recorrido ascendente desde mis nalgas, a lo largo de toda mi espalda y cuello, hasta apoderarse del lóbulo de mi oreja, momento, en el que mes susurró al oído:

* Está a punto de correrse. En cuanto lo consigas, te lo follas sin compasión. Tú, serás el primero en llenar su coño de leche.

Continué con más empeño si cabe, la placentera tarea de llevar hasta el orgasmo a Fernando, y en un par de minutos, un gutural grito salió de su garganta, y mi rostro quedó totalmente anegado de los abundantes jugos que emanaban sin cesar de aquella preciosa vagina, llegando a mis papilar el dulzón sabor de los mismos.

Obedeciendo a Lorena, me incorporé dispuesto a penetrar a Fernando, siendo su propia esposa quien actuó de "mamporrera", dirigiendo mi ariete hasta embocarlo en la entrada de ese encharco agujero.

Inicié una penetración lenta y pausada, disfrutando el momento. Fernando, al sentir invadida su intimidad, tensó todos sus músculos vaginales, sin que con ello consiguiera evitar tan íntima profanación, pero proporcionándome un placer añadido en la penetración. Lorena, apoyando una de sus manos en mis glúteos, comenzó a marcar el ritmo de la penetración, a tiempo que con la otra, me daba un agradable masaje en los testículos. De seguir al ritmo marcado por Lorena, no tardaría mucho en obtener mi clímax. Fernando, por su parte, imagino que debía estar sintiendo un gran placer, a tenor de los bufidos que emitía y por los movimientos que realizaba en todo su cuerpo.

Mi frente, comenzó a perlarse de sudor al tiempo que mi corazón aumentó el número de pulsaciones por el placentero esfuerzo que estaba realizado en esos momentos.

Un profundo grito de placer afloró de la garganta de Fernando, al tiempo que sus músculos vaginales comenzaron un frenético e incontrolado movimiento debido a sus rápidas contracciones y, empujándome casi con violencia, me quitó de encima suyo, poniéndose de lado en posición fetal, disfrutando de los estertores que le estaba proporcionan su intenso orgasmo.

* Mira su vagina – me grito Lorena.

Dirigí mi vista hacia el lugar indicado, y me quedé asombrado, al igual que su esposa, de ver los bruscos movimientos que los labios mayores de la vagina de Fernando estaban realizado, dando la sensación de que aplaudían el trabajo realizado, y también era asombrosa la enorme mancha de flujos que quedó dibujada en la sábana destilados en los dos fantásticos orgasmos consecutivos obtenidos.

Sentí un sordo dolor testicular. El empujón de Fernando me había cortado totalmente el orgasmo y obviamente, mi organismo, protestó por ello.

Miré a Lorena, que continuaba observando distraídamente las convulsiones vaginales de Fernando, al tiempo que saciaba su excitación acariciándose sus pechos. La tomé por los tobillos obligándola a cambiar a una posición mucho más adecuada para llevar a cabo mi intención de penetrarla de una vez, saciando mis ansias y las suyas de sexo.

* Ahora te toca a ti, princesa – le dije al tiempo que tomaba la posición adecuada para penetrarla – Fernando me ha dejado los cojones bien cargados y tu vas a sufrir las consecuencias.
* Adelante, soy toda tuya.

Sin más dilación penetré, sin brusquedad pero con mucho deseo contenido en las últimas horas de poseer a esa bella mujer. El morbo que me había dado disfrutar del cuerpo de un hombre con intimidad de mujer que me había proporcionado Fernando, estaba satisfecho. Era hora de que las aguas volviesen a su cauce.

Tenía a Lorena profundamente insertada y durante unos instantes permanecí inmóvil mientras observaba su precioso y atractivo rostro: sus ojos, su nariz, esa sensual boca que te invitaba a que la besaras. Su mirada sostenía la mía y nuestros alientos se mezclaban dada la proximidad de nuestros rostros.

* Antonio, tu has tenido ya un considerable esfuerzo. Déjame que sea yo quien te cabalgue.
* Tus deseos son órdenes para mí.

Rodamos sobre el lecho en el que nos encontrábamos y Lorena comenzó a deleitarme con sus sensuales y placenteros movimientos de cadera, de forma lenta y sobre todo, muy profunda. Hacía movimientos circulares, hacia delante y hacia atrás, de izquierda a derecha, proporcionándome mayores sensaciones con cada uno de ellos. Notaba cada vez mayor humedad en su interior, tanta que en un momento dado experimenté un enorme grado de placer al sentir en mi escroto como escurría el torrente de los flujos que salía de su vagina. Mis manos, apoyadas en su cadera, fueros en busca de sus pechos, que fueron amasados, con delicadeza inicialmente y con mayor intensidad a medida que la calentura se apoderaba de nuestros cuerpos.

De forma paulatina, el ritmo que imprimía Lorena fue en aumento, hasta que llegado un momentos, varió sus movimientos, iniciando un mete saca tan rápido y violento, que Fernando, recuperado de su éxtasis nos estaba observando detenidamente, debió de pensar que su esposa estaba tratando de domar un caballo salvaje.

Lorena alcanzó un orgasmo tan brutal, intenso y explosivo, que en mi pene pude apreciar con total nitidez como quedaba totalmente envuelto en sus espesos, calientes y lubricantes néctares vaginales que me llevó irremediablemente a uno de los orgasmos más intensos y largos de mi vida, mezclándose ambos efluvios y escurriendo al exterior, con el grato estímulo que sentía en mi escroto, sentir el río de los cálidos líquidos que salían a borbotones en las ya pausadas embestidas que mutuamente nos proporcionamos, depositándose en una enorme mancha que se fue formando sobre la sábana.

Nos tumbamos los tres a que las pulsaciones de nuestros corazones se normalizaran y reponer un poco las fuerzas para continuar... por mi parte al menos.

Fernando rompió el silencio:

* Muchas gracias por compartir a Antonio con migo, Lorena. Ha sido fantástico. Imagino que no todos los hombres son iguales en el sexo.
* ¿Has disfrutado en ésta tu primera vez con un hombre, Fernando? Tu coñito, ha estado un buen rato aplaudiendo el polvazo que te ha metido, jajajajaja
* Sí muchísimo y muy intensamente. Primero con su lengua. Dios, ha sido increíble y después, sin dejar que me recuperase el pollazo que me ha metido... sencillamente genial. ¿Y tú? ¿Has disfrutado con Antonio?.

Yo continuaba totalmente ajeno a la conversación que mantenía la extraña pareja.

* Sí, igual que tu... sin lugar a dudas, el mejor amante varón que he tenido... que hemos tenido, mejor dicho. Te quiero Fernando.
* Y yo a ti, Lorena.

Ambos se fundieron en un tórrido y húmero beso. En esos momentos, me excusé y fue al baño, donde me aseé adecuadamente. En esos instantes pensé que lo mejor sería marchar y dejar al feliz matrimonio disfrutando de su sexualidad... me consideraba el tercero en discordia, el hombre que había encendido la mecha de la pasión carnal desenfrenada para ese fin de semana, y por otra parte, aunque me hubiese gustado repetir con otro asalto de buen sexo compartido con tan inusual pareja, era el momento de dejarlos solos para que se demostraran mutuamente su amor. Lorena, me sacó de mis pensamientos

* ¿Te marchas ya Antonio?
* Sí Lorena. Ha sido la mejor tarde de sexo de mi vida y he disfrutado como en muy contadas ocasiones, pero creo que a partir de ahora queréis estar solos.

Lorena me dio un cálido beso en los labios.

* Gracias por todo Antonio
* De nada princesa, ha sido un auténtico placer para mí.
* ¿Repetiremos otro día?
* Solo me lo tienes que decir.
* Entonces, hasta pronto.
* Hasta pronto.

A día de hoy, seguimos teniendo una magnífica relación comercial. Continuamos viéndonos de vez en cuando en su casa, donde compartimos momentos maravillosos los tres. Fernando, finalmente se sometió a una operación quirúrgica en la que le transformaron su preciosa vagina en un pene. A partir de ese momento, la relación que manteníamos los tres quedó interrumpida. Aunque siempre he tenido la duda, por su forma de mirarme Fernando, si no echa en falta aquellos magníficos polvos que pegábamos, cuado su intimidad aún era femenina.
© TONY